jueves, 8 de enero de 2009

POESÍA

Canto a los que han de venir
Canto a los que han de conocer

Y respirar a pulmón pleno

Nuestro vasto cielo por fin libre…

SINFONÍA CHIPRIOTA

TEODOSIO PIERIDIS

(poeta griego)

¿Qué éramos al principio?

Sal de la tierra

Temblor de huracanes

Perenne soledad de la niebla

Sobrevivimos

en un espacio irreal

exiliados

condenados al asombro



A la memoria de Aquiles Nazoa


Despídeme de la Nena Viña en el sanatorio

de la muñeca criolla de Reverón

del caballo ahogado en la laguna

de la Cholita barrendera

de Adelaida Rutiner

y sus retazos de sueño en la pijama

de la señorita Delón y su lección de música

de Jacques Prevert

Despídeme de José Martí

de Vallejo y Lorca

poetas de la guardia postal

Despídeme de la lluvia

del high life en primavera

con sus destellos de sol en la oficina

Despídeme de mi padre

y su bicicleta de flores

de María y de la abuela

del ascensor aquel donde descubrí que el mundo giraba

cuando rezábamos el Credo por los Pobres de Antímano

con sus animalitos y sus recuerdos

despídeme

finalmente

del mar

de la noche

y del perro sarnoso de la esquina

donde escribí mi mejor poema

CUENTOS EXTRAÑOS



PEQUEÑAS PLUSVALÍAS

De la mosca viajera me ha quedado el azúcar y un trozo de queso magro para amortiguar el hambre, me ha quedado la jeringa y el azufre y un dedo de anillos gigantes para inmovilizar sombras. De la serpiente y la mujer; esa rubia esperanza de guardar el último reloj del mundo y tus 20, 30, 60, siglos de sabiduría. He aquí el candil, la marioneta, el timón y el barco de los trece niños asfixiados en el ascensor, la película que nunca vimos, el fogón para la sopa, una ventana pequeña por donde se nos marcha la miseria.

De la viuda me ha quedado una frambuesa que aún guardo en la nevera, un limón de cuatro puntas dulces y la avena de ese mediodía prohibido, cuando recibí el primer disparo de la ausencia.

OFICIO DE CAMINANTE

Era mi destino como una pesadilla interminable. Caminé por sendas neblinosas, bajo árboles de neón. La ciudad apareció de pronto, sobre una ladera. Mis pasos adquirieron cierta simpatía con el asfalto. Toqué puertas en casas desoladas. No vivía nadie allí, al parecer. Finalmente me quedé dormido en un zaguán. Fui recogido por una patrulla al amanecer y encerrado en un cuarto oscuro desprovisto de ventanas; apenas se podía respirar… Después, pasados algunos días, alguien pagó la fianza y quedé absuelto. Nunca supe quién lo hizo y aunque intenté saberlo no obtuve respuesta. Vagué por ahí, hambriento, en busca de trabajo, sin casa donde dormir, sin familia ni amigos. En las noches de lluvia, en pleno aguacero, grité el nombre de un dios aprendido en el lugar de mi procedencia. Ahora no recuerdo siquiera cómo lo llamaba en medio de la angustia. No sé de estrellas ni lunas forajidas, como tampoco sé a dónde iré cuando recorra la última calle de esta ciudad sin historia y porvenir.

Me esperan otras ciudades e infinidad de calles: puertas por tocar, habitaciones amplias, extrañas escenas de mi destino, en mi oficio de caminante en el tiempo y sus enigmas.

LA ULTIMA MIRADA

La muchacha que me observa detenidamente, parece haberse escapado de un cuento oriental. En el mutismo, el rojo resplandor de los avisos de neón en la ciudad de la noche, me trae, displicente, su figura en un brote de sombra del espejo matinal (la del amanecer anterior, cuando aun no la conocía). Ella ha descendido discretamente desde su estrado para observar el espacio donde estampé la firma y pagué el servicio de habitación en el hotel. Subí las gradas y al asomarme al cristal que luce nítido, el tono de sus ojos buscaron, como asediando, la palidez de mi rostro ahora cansado y débil. Y ya en la recámara dormí a pierna suelta. Dormí toda la mañana del día siguiente: fin de semana en una ciudad que asfixiaba hasta las médulas. Volví al atardecer, hambriento y sin embargo emocionado con la muchacha. Sus ojos expresaban una clara ingenuidad y nostalgia que suele acompañar la mirada de la gente soñadora. El restaurante estaba repleto y la música colgaba en lo alto de los rincones. Brillantes notas arabescas caían al fondo de la estancia. Ocupé un sitio al final, cerca de los candelabros. Como alucinado, tal vez, creí ver a la joven acercarse. En efecto lo hizo pero no a mi mesa como en verdad lo deseaba. Pasó de largo hasta agregarse a un grupo de personas que parecían ser una familia feliz (intuí), luego se alejó como una avecilla asustada. En los siguientes días seguí viéndola de soslayo, a todas horas, sirviendo el café, limpiando persianas, sintonizando la radio o el televisor o charlando con los mesoneros y camareras; nunca nos dirigimos la palabra mientras permanecí allí, nunca oí su voz, ni siquiera supe su nombre no obstante sabía que siempre me seguía con la mirada, lo sentía, lo palpaba como una obsesión metafísica, ella estaba ahí observándome sin moverse, incluso en una ocasión advertí que revisaba mis maletas y los libros. A lo mejor fue la timidez de ambos que no permitió al menos comunicarnos. Un par de días después, cuando me marché decidí escribirle un poema y obsequiarle un ramo de rosas. Así lo hice. Dejé el paquete en la recepción como si se tratara de una encomienda cualquiera para una empleada de tan humilde hotel. Nunca más volví a esa ciudad pero lo curioso del caso es que, con el correr del tiempo, su imagen se me revela en sueños, hasta le he inventado un nombre. La he visto de múltiples formas, hemos corrido por el campo persiguiendo mariposas, nos hemos bañado en el riachuelo donde tantas veces me bañé cuando niño, la he llevado a sitios inimaginables por la razón, nos hemos comido una manzana bajo la lluvia pensando en los innumerables encuentros en el bosque, escondidos del mundo, viviendo y soñando bajo la niebla de abril en mi pequeña ciudad, o en la cabaña de la cima donde mis manos alcanzan el copo de nubes que desesperadas suben en busca de la luz; la he visto cantar, reír, llorar y amar aunque de ella lo único que recuerdo son sus ojos, el color de su mirada y la ternura que impartía. Ahora, casado y con hijos, abrazado a mi esposa, en las noches de invierno, creo estar junto a ella y verla fugazmente en el rostro de mi compañera. Estos últimos días, cuando la enfermedad en los ojos, mi ceguera casi total, me obliga a renunciar al trabajo, la histeria se apodera de mí, el hastío, la impotencia; el encierro en un cuarto sin luz y el hecho de sentirme viejo y cansado, todas esas cosas me derrumban contra el tiempo. Qué se puede hacer cuando ya no hay forma de volver atrás, de regresar en la historia y gritarle cuánto me pesa, cuánto siento no haberle dicho nunca nada. El deseo de vivir me atormenta, las cosas que no pude realizar, lo no vivido a plenitud, qué hacer cuando la vida se me escapa y sólo vivo de recuerdos, sí, el recuerdo de esa dulce muchacha me carcome. Si del todo me llegara a quedar ciego, me gustaría volver a aquella ciudad y buscarla para decirle que lo único que amo en la vida es su última mirada... Esta mañana logré por fin salir de mi escondite. Por descuido dejaron la puerta abierta. No supe contener mis impulsos por lo que... el cuadro de horror que apareció en los diarios (o que aparecerá) será exclusivo, sensacional; dicen que hasta comí gente, a mi mujer y a mis hijos por que... no sé, esa mirada de muchacha, esa maldita mirada de muchacha aún me persigue hasta en las cámaras de luz que veo al frente, rodeadas de tantas personas vestidas de azul que no sé por que vinieron ahora, cuando ya es tarde para los dos...

EVOLUCIÓN

Más allá la eternidad... y al final, un día después…

Esa tarde (en la mañana supe que mi esposa estaba embarazada) nos encontrábamos a bordo de la nave espacial WW-X0-90, en un viaje de excursión. De pronto, como a las tres, el espacio se cubrió de una densa sombra que nos envolvió de tal manera que era imposible la visibilidad. Poco después los conductores, de quienes sólo recuerdo los trajes plásticos, transparentes y blancos, de manos enguantadas, nos llevaron hasta unas cabinas amenazándonos con un arma extraña, que parecía de juguete. Obedecimos en silencio. Rodeados de botones y pantallas semejábamos actores de una vieja película de George Lucas. Escribo esto, ahora que por milagro he logrado sobrevivir. Estoy solo en medio de la catástrofe y quiero dejar constancia de lo que mis ojos, a duras penas, han visto. Dentro de los cubículos y a través de un vidrio, nos revisaron de pies a cabeza, minuciosamente, por medio de imágenes computarizadas. Debo agregar que, y aún lo recuerdo con estupor, a uno de los nuestros le practicaron una operación en el cerebro. Nos desmayamos. Después aparecimos en la ciudad, desnudos y hambrientos. El aspecto que ofrecían las calles era deprimente. Había, en todos lados, montañas de cadáveres de hombres, mujeres, niños y animales con la piel hinchada y brotada de pus. Abracé con vehemencia a mi esposa. Ella temblaba. Despertamos a los otros familiares, tres mujeres y dos hombres. Ellas también estaban embarazadas. Al ver el espectáculo prorrumpieron en gritos. El escenario parecía haberse tomado de un cuadro surrealista. La fetidez era insoportable. Caminamos a lo largo de las calles. Los abastos, almacenes, restaurantes, bancos y pare usted de contar, estaban abiertos con los muertos en sus sitios. Algunos tenían la mano en la nariz. Fuimos al apartamento y nos vestimos. Caminamos con los rostros llenos de asombro, de incredulidad, de angustia. En los barrios las casas estaban abarrotadas de cuerpos paralizados, con gestos que denotaban una fría y repugnante soledad. Pensamos en todo. ¿Qué había ocurrido? Aún no lo sabemos. ¿Fue, acaso, la bomba atómica, la responsable de tan semejante desastre? ¿Qué pudo exterminar la humanidad? ¿Extraterrestres? ¿Algún experimento bacteriológico? ¿Radiación? En esta misteriosa pesadilla cualquier cosa podría ser la respuesta, es absurdo, la vida se nos escapaba de repente, y lo único que le quedaba a una persona que haya sobrevivido, es suicidarse. Queríamos morir. Deambulábamos como zombis por las calles, pero después, poco a poco, nos fuimos resignando. Decidimos vivir en el sur de la ciudad, frente al río y en una casa grande y rodeada de naranjos. Lanzamos los muertos al cauce junto con sus pertenencias y nos instalamos para comenzar una vida nueva, si a eso se le puede llamar vida.

Transcurrieron tres meses. A mi compañera el vientre le había crecido en forma exagerada. No supinos nada de la otra familia, sólo que algunos de ellos terminaron en la locura. En los días siguientes al arreglo de la casa, me dediqué a la siembra de legumbres, pero la tierra se había vuelto estéril y las aguas estaban contaminadas. Sabían a bebedizo, a estiércol. De vez en cuando íbamos al barrio más cercano y buscábamos lo que se nos antojara, sobre todo enlatados; ya hasta habíamos olvidado el sabor de las verduras y las hortalizas. Los autos permanecían como viejas madejas de lata, totalmente inservibles. Recordé que antes de la destrucción de la raza humana, la vida se había hecho difícil. Vivíamos en una constante miseria y la crisis en el país era insoportable. Nos sentíamos encerrados en una perenne zozobra. Ahora, solos en el planeta, podíamos decir que éramos ricos, inmensamente ricos en un mundo desolado y deforme. A mi mujer continuamente le daban ataques de histeria. Se apoderaba lentamente de nosotros una cruel y espectral sensación indefinible; el abandono, la soledad y la incertidumbre nos hundían en una ola de resentimientos. El devenir de las sombras, de formas inimaginables, esotéricas, de fantasmas apocalípticas que sólo estaban en la imaginación, supongo, nos aterrorizaban a menudo confundiendo, en nosotros, la realidad con la fantasía. Esto, sin premeditarlo, me llevó a la antigua fe de mis padres.

Llorábamos por todo, hasta el cansancio, hasta caer en estados de sensibilidad superiores a la razón.

Creí, en medio del laberinto y la neurosis, que algo sublime podría remediar la situación. Como un ciego, en un recodo lóbrego de la vida, me postré ante un dios desconocido.

Parecía un autista a veces. Vivía sumido en una constante melancolía. No me importaba si el sol alumbraba o no; sospechaba que una fuerza inminente y peligrosa se apoderaba de la naturaleza, ésta, peor que la misma destrucción de la humanidad.

Y al fin llegó el día del parto. Fue un momento difícil. Los dolores le comenzaron a eso de las once de la noche de un lunes, según nuestro calendario occidental. Nació a las doce. Por primera vez me sentí ajeno, lejos de captar lo que pasaba, actuaba como un autómata. Era primeriza. Hice las veces de partero. Ella, abriéndose de piernas y con el rostro perturbado me imploró que halara al infante. Cuando agarré su cabecita me pareció que hubiera tomado una cresta de gallo e inmediatamente la solté. Quedé atónito, terriblemente consternado, se me erizó la piel, el pequeño, con esfuerzo, se libraba de la placenta para después caer al suelo envuelto en una babaza gelatinosa; reventando él mismo el cordón umbilical. Tenía la piel verde y transparente, las manos largas y filosas con uñas que sobresalían de sus dedos, la cara espantosa, en vez de labios, una protuberancia semejante a un pico de pelícano y los ojos le refulgían como dos focos incandescentes que inspiraban el peor terror del que fuera testigo un ser humano.

Maldije, en verdad maldije en voz alta, a gritos, esa infernal presencia. Mi mujer murió en aquel preciso instante. Horrorizado corrí hacia el río. Corrí con mi dolor a cuestas, corrí estrellándome contra todo, con los árboles, con las rocas, enredándome en la maleza, con la pena de ser, probablemente, el origen de una nueva especie. Acaso ¿esta era la única manera de terminar con la pesadilla? Interrogué al silencio, al viento, a la soledad, mientras la luna se escondía en el estero, en el fondo verde amarillo de las aguas.

Al cabo de un tiempo regresé.

El extraño espécimen había gateado, a traspiés, hasta los senos de la madre.

LA NUEVA CREACIÓN

Año 6.000.000.000.001; del nuevo calendario órfico.

Entonces las aguas se contaminaron y la tierra no produjo hierba y el sol se eclipsó y no volvió a dar su resplandor; así mismo la luna y las estrellas, que para finalizar su obra en esta galaxia cayeron del cielo y todas las potencias fueron removidas y quedamos solos, él y yo, en medio del planeta hasta que el fuego incineró nuestros cuerpos mortales junto a todas las obras del hombre. Desde ese instante fuimos espíritus etéreos y conocíamos todas las verdades del Universo. Mi hijo y yo. Luego advertimos que estábamos encerrados en un círculo rojizo, inmenso, parecido a una burbuja. Por primera vez sentí que amaba a alguien y no me importaba que en su antigua materia hubiera sido un monstruo verde y transparente. Lo amaba así, era un antropoide especial; además lo amaba porque era el principio de la nueva creación.

Ya nada me importaba del pasado, ya no existía dolor ni hambre ni soledad. Ni siquiera existía el tiempo. Después nos encontramos vagando en terribles migraciones, en un murmullo de voces confundidas sin hallar en qué Universo de la Vía Láctea instalarse. Cuando las oí recordé los vivientes del globo terráqueo, ahora muertos, y me dije: probablemente, con aliento de muchas mutaciones, extrañan sus antiguas formas. En aquel momento sucedió el milagro. De pronto esas voces migratorias volvieron al seno de la palabra, emergieron de las alturas entre capas de fuego y humo, resultado del cataclismo anterior. Todo eso lo podíamos divisar desde una obertura que poseía el firmamento en un costado de las llamas y al cual fuimos trasladados por millones de espíritus. Al instante el fuego se juntó al agua y al aire y se formaron la tierra y el sol, luego la luna, las estrellas, los astros y las constelaciones... todos nuevos. Para ese entonces, no sé cuantos milenios de luz-tiempo habían transcurrido desde nuestro primer nacimiento y desde la última vida corporal hasta que escuchamos otra vez los latidos del alma, la tristeza y la alegría, el amor y el odio, el dolor y la salud... Un viejo pensamiento ardió en la conciencia y anhelamos por siempre aquellas cosas olvidadas, que allí, naturalmente, renacieron. Y volvimos a lo mismo. Otra vez oímos el sonido de los pájaros, el murmullo de las hojas al caer la tarde, el arrullo del río, las sombras de la noche y los relojes diluviamos, e incluso, añoramos el miedo como único signo de la vida.

Allí, no obstante, entre lo uno y lo otro, reconocimos la necesidad de habitar un cuerpo.

Y allí fuimos para siempre el bien y el mal, el Dios y el Demonio, el hombre y la mujer; principio y fin de la física y de las matemáticas en un lenguaje que los nuevos seres llamaron “Órfico”.

miércoles, 7 de enero de 2009

PROMOTOR CULTURAL:

Free Image Hosting at www.ImageShack.us

QuickPost Quickpost this image to Myspace, Digg, Facebook, and others!

Ha dictado talleres en las siguientes instituciones: Centro Penitenciario de Occidente. Instituto Nacional del Menor (INAM). Misión Negra Hipólita (Hombre Nuevo. Taller Vida y Obra de Aquiles Nazoa. Taller introducción a la lectura y la escritura. La Grita, Municipio Jáuregui; Abejales, Municipio Libertador entre otros Municipios y comunidades de San Cristóbal - Estado Táchira. Talleres para incentivar la lectura y la escritura. En escuelas y liceos Bolivarianos de San Cristóbal. Asesoría a todos los ciudadanos y ciudadanas que buscan apoyo en la cátedra de literatura desde la Coordinación de Literatura de la Dirección de Cultura del estado Táchira. Proyecto activo hacia el rescate y recopilación de las nuevas voces de la literatura en el estado Táchira. Ha colaborado como jurado en los concursos comunitarios de Lectura auspiciados por la Biblioteca Pública. Ha colaborado como jurado en los distintos concursos comunitarios de Lectura y los concursos literarios (poesía, ensayo y cuento) tanto para adultos como para niños. Eventos auspiciados por el Museo de Artes Visuales y del Espacio. Participó en el Proyecto “Leer si da Nota” auspiciado por el Fondo Editorial del Instituto de Previsión Social del Docente (IPASME). Ha participado en foros, charlas, conferencias, en el área de la literatura y la política.Ha participado en Proyectos y Foros con la Comisión de Cultura del Departamento de Cultura del Norte de Santander, Cúcuta, Colombia. Actualmente participa como miembro del Comité de Prensa, Comunicación y Cultura, del Consejo Comunal sector Cuartel Bolívar (Barrio San Carlos III). Fue Asesor del Primer Congreso Tachirense de la Cultura, convocado por el Consejo Legislativo. Se desempeñó como Registrador en Mesas Técnicas, realizadas por la Casa de la Diversidad, en ocho (8) municipios del estado Táchira.
LIBROS PUBLICADOS:

- Los Espacios Socavados (cuentos cortos) 1994.
- Hojas de Ceniza (poesía y cuentos) Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses (BATT) 1999.
- Con el Paso del Tiempo (cuentos cortos) 2004. Dirección de Cultura del estado Táchira.
- Ceremonia del Ocaso (poesía) 2006. Editorial El Perro y la Rana
- La Mano del Moribundo y Otros Cuentos (cuentos) 2007. Editorial Simón Rodríguez.
PREMIOS OBTENIDOS:

- Mención Especial en Poesía en 1989. Obra: Baladas para la Orfebre auspiciado por la Dirección de Cultura del Estado Táchira.
- Premio Ganador en Poesía 1990. Obra: Hojas de Ceniza. Primer Binacional Colombo-Venezolano, auspiciado por el Instituto Universitario de la Frontera (IUFRONT) San Cristóbal – Estado Táchira
- Mención Especial Ensayo en 1990. Obra: Por el Tiempo que me Queda, auspiciado por la Dirección de Cultura del Estado Táchira.
- Premio Ganador en Poesía 1991. Obra: Invierno en el Pacífico, auspiciado por la Dirección de Cultura del Estado Táchira.
- Mención Especial en Poesía en 1991. Obra: Consternación en la Casa de Omaira, auspiciado por la Dirección de Cultura del Estado Táchira.
- Premio Ganador en Poesía 1996. Obra: Ópera de los Tres Narcisos, auspiciado por la Dirección de Cultura del Estado Táchira.
- Mención Especial en Poesía 1997. Obra: Humana Transparencia, auspiciado por la Dirección de Cultura del Estado Táchira.
- Mención Especial en Cuento 1999. Obra: Selene, auspiciado por la Dirección de Cultura del Estado Táchira.
- Mención Especial en el Concurso de Poesía del Ateneo de La Victoria, estado Aragua. 2002.
- Premio Único de Publicación (libro) en 2002. Obra: Con el Paso del Tiempo (cuentos cortos). Auspiciado por la Dirección de Cultura del Estado Táchira.
- Premio Ganador en Poesía en 2004. Obra: Ceremonia del Ocaso. I Concurso Certamen Mayor para las Artes y las Letras colección Cada Día Un Libro. Premio Nacional. Editado por La Fundación Editorial El Perro y la Rana. Caracas/ Venezuela/ 2005. Auspiciado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura y el Consejo Nacional de la Cultura de la República Bolivariana de Venezuela.

trazos


Blog literario Trazos
Correos electrónicos: hormigasdepapel@hotmail.com
hormigasdepapel@gmail.com

Manuel Rojas: Nació en San Cristóbal, estado Táchira, el 25 de noviembre de 1955. Funcionario de la Contraloría del Municipio San Cristóbal, escritor, poeta, narrador, ensayista y promotor cultural. Coordinador de la Revista Logos y del periódico Dia-Logos (2004) del Ateneo del Táchira. Coordinador de Ediciones de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses (BATT) 1995-1999. Coordinador de Literatura de la Dirección de Cultura del estado Táchira (2005-2008) Perteneció al Taller Literario Zaranda (1983-1995) Fundador y Coordinador del Grupo Expresión Literaria Libélula (2003-2004) Fue incluido en el Diccionario de Escritores Venezolanos (siglos XVIII a XXI) titulado “Quienes Escriben en Venezuela” Edición del Concejo Nacional de la Cultura (CONAC). Fue incluido en el Catálogo de Patrimonio Cultural de San Cristóbal, por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Venezuela. Fue incluido en el proyecto “Registro Nacional Voz de los Creadores Venezolanos”, auspiciado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Caracas-Venezuela. El Museo de Artes Visuales y del Espacio (MAVET) homenajeó a seis poetas tachirenses, a través de una placa de mármol pública, en donde fue incluido un poema de su autoría, en un proyecto titulado “Los versos en la calle”(noviembre de 2008). Ha sido jurado en diferentes Concursos Literarios en los géneros de Poesía, Cuento, Cuento Infantil, Ensayo, en el XV Festival Típico Tachirense “La Voz del Torbes” auspiciado por la Fundación para la Promoción Cultural del Municipio Cárdenas y Jurado en el 1º Circuito Regional de Compositores del Bambuco Tachirense en Homenaje al Maestro Compositor José Agustín Maldonado, auspiciado por el Gobierno Bolivariano del estado Táchira. Ha participado como jurado en el concurso de Cuento Infantil escrito por niños. (2004 - 2006 – 2007). Concursos auspiciados por la Dirección de Cultura y la Gobernación del estado Táchira, bajo la coordinación general de la Revista Interactiva Mundo Mágico. Ponente en Simposios de Literatura auspiciados por la Universidad de Los Andes Táchira “Dr. Pedro Rincón Gutiérrez. Ha sido galardonado con varios Premios Ganadores y Menciones Especiales, por la Dirección de Cultura del estado Táchira, y otras instituciones, entre los que se encuentran: