domingo, 28 de junio de 2009

TRIBUTO A JULIO VERNE

Julio Verne nació el 8 de febrero de 1828 en Nantes y murió a los 77 años en 1905, en Amiens, Francia. Mi cercanía con las obras de ciencia ficción - aún cuando este término no ha sido del todo aceptado por la crítica literaria universal- fue a través del Apocalípsis de la Biblia, de Nostradamus, de H. G. Well, Edgar Allan Poe y por supuesto de Julio Verne. Este embajador de los relatos fantásticos predijo muchas de las cosas que están sucediendo ahora en el mundo, de los inventos en tecnología y sobre todo en los viajes espaciales realizados con ahínco en los últimos treinta años. Parte de mi adolescencia la pasé consagrado a este tipo de lecturas. Cuando leí, años después, Fundación, de Asimov, algunos libros porque su obra es demasiado extensa y difícil de encontrar en su toralidad, sentí el mismo impacto que sentí cuando leí por primera vez el Apocalípsis de Juan o cuando leí a Ágatha Christie. Sin embargo, intimidar con libros como Veinte mil leguas de viaje submarino, La vuelta al mundo en 80 días, Viaje al Centro de la Tierra, La isla misteriosa y Los Hijos del capitán Grant, entre otras, no me queda otra cosa que compararlas con Cuentos Marcianos de Ray Bradbury, con la saga de El planeta de los simios, o Viaje a las galaxias, en cine. Todo lo que se diga o se critique de estas obras tiene que ver, a su vez, con ellas mismas. Pareciera ser que todas, y de manera tajante, conformaran un solo mundo cuyo autor fuese el mismo, solo que multiplicado en otros pero con la esencia de un único pensamiento futurista. Hoy lo vemos mejor desde nuestra óptica contemporánea y lo entendemos como una simbología que se relaciona con nuestras modernas formas de explicar el momento histórico que nos tocó vivir. Se trata, en realidad, de una fábula de tecno-ficción de esencia sociológica y no histórica. No es a la historia a la que se le quiere cambiar el rumbo, es a la sociedad del porvenir no existente todavía a la que se le confiere un mundo social diferente al nuestro. A nuestras formas de ver el universo, de interpretar los misterios del futuro, o a la idea de organización desde una visión totalmente distinta a nuestras costumbres ancestrales y quizás milenarias. El comportamiento de los robots, por ejemplo, las caracteristicas de los artefactos tecnológicos de la cotidianidad, las nuevas naves espaciales, la televisión, los aviones, las máquinas, en fin, toda una gama de seres y cosas extraordinariamente espectrales para nuestra apreciación del hecho social que nos depara. ¿Qué fenómeno extraño produjo en este hombre de las letras esa capacidad de creación infinita? De este hombre nacido en una isla, el mayor de cinco hermanos, cuyo padre provenía de una familia de juristas y su madre de una estirpe de militares. Qué lo motivó para incursionar en este arte que no ofrecía ninguna garantía económica para vivir, sino, por el contrario, hambre y necesidades de todo tipo, como ha sido siempre con la literatura y los literatos. Es posible que el mar pudiera ser el mejor atractivo para empezar a construir mentalmente sus primeras imágnes, producto de la imaginación, pero, sin embargo, qué las originó, dónde realmente emergieron las fantasías, cuándo, por qué; la crítica aún se hace este tipo de preguntas, creo yo. Se sabe que estudió en el colegio Saint-Stnislas donde se destacó por ser un buen alumno en geografía, griego, canto y latín.
La literatura de ficción es hoy por hoy una de las mejores armas contra el hastío, la desesperanza y la confusión. En ella nos apoyamos para escribir y también para reinventar el mundo que ya ha sido inventado por otros. Dicen los biógrafos que "en 1847 comenzó sus estudios de derecho en París. Escribe una obra de teatro: Alejandro VI. En 1848 fue introducido por su tío Châteaubourg en los círculos literarios, donde conoció a los Dumas, padre e hijo; el primero tendrá gran influencia personal y literaria en Verne. En 1849 se recibe de abogado y su padre le permite permanecer en París. Sigue escribiendo teatro. Su padre quiso que se dedicara a su carrera de abogacía, pero él no estaba por la labor y su padre, enfadado con él, dejó de financiarle. Además todos sus ahorros los gastó en libros y pasó largas horas en las bibliotecas de París queriendo saberlo todo. A Verne apenas le alcanzaba para comer, lo que le ocasionó tanto trastornos digestivos (ocasionándole desarreglos estomacales e incontinencia fecal) como trastornos nerviosos que acabarían por desfigurarle la cara a causa de una parálisis facial". Alguien, en algún momento de mi vida, me presentó una supuesta cara alterna (la otra cara) de Julio Verne, comparándolo con un ser despreciable y despreciado en su tiempo y en los anales de la historia parisiense, se trata del Jack el Destripador. Esta es una teoría muy atrevida para quien la propone y cree demostrarla. No entro en detalles porque no creo tener las bases suficientes para encarar esta postura, sin embargo esto no enturbia en ningún momento la imagen del gran escritor de aventuras y ciencia-ficción que fue Julio Verne y cuyo legado hoy está más vivo que nunca.
Además fue un revolucionario cabal, relacionándose con los círculos socialistas de París; se delcara antiimperialista; fue, en conclusión, un verdadero luchador social, tanto en su obra literaria como en su vida.
Aun tengo en mi biblioteca algunos libros de su autoría que no he podido leer. Posiblemente empiece ahora, este año, en estos días, cuando la euforia por la tecnología me aviva la llama para explorar su obra e irla retomando como cuando era un adolescente.
Julio Verne sigue vivo en la memoria de quienes nos asombramos con los nuevos inventos en tecnología y sobre todo en la ciencia. No hemos perdido esa cualidad: la de asombrarnos ante este mundo mecanizado y casi dirigido por hordas de robots a punto de aniquilarnos con tan solo hundir un botón. Ahora, cuando se cumplen 64 años desde los Bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki .

sábado, 27 de junio de 2009

LAURA ANTE EL ESPEJO (cuento)

LAURA ANTE EL ESPEJO

Dadas las circunstancias debo permanecer en cama, ausente del mundo. El espejo me devuelve un rostro pálido, ojeroso, acostumbrado a no dormir, a contemplar la luna e imaginar una esfera girando en círculos hasta posarse en la ciudad. El platillo volador nunca apareció pero así fue como conocí a Laura.
La vida nocturna es mejor. Lo llegué a creer por esos detalles curiosos de la noche: las sombras imprecisas que reflejan los postes en las paredes, las linternas indiscretas al paso de los transeúntes, las luciérnagas relampagueantes de los charcos; en fin, todo es una acción retenida en la oscuridad.
A Laura la encontré por primera vez caminando por el parque. Apenas se distinguía en medio de la niebla. Su delgada estampa emergía fluctuando en la densidad, con languidez – es pequeñita como una estatuilla griega -. Desde entonces permanentemente anduvimos por los mismos lugares, charlando con vehemencia bajo los árboles escuálidos y fríos; por calles largas, mudas, sin preámbulos, cual hojas sueltas en la lluvia. Arriba, un cielo espeso amenazando caer, después el aguacero y luego el resfriado que poco a poco se convirtió en un aguijón lacerante; una punta esmerilada taladrando los pulmones.
A ella no le importó verme así, esputando hasta el alma. A mí sólo me interesaba verla. No se me olvidan sus cabellos del color rojo de los camerinos, las faldas ajustadas, un poco de carmín en los labios; hoy ocre con verde, mañana ocre con rosado.
Una puta siempre viste así.
Irrevocable actitud. La obsesión de acompañarla hasta el bar y luego el adiós: ¡hasta mañana! La palabra implícita en la despedida, en el “hasta luego”; la palabra comprometida, la palabra hecha madrugada, obcecada, hasta quedar sujeta al tiempo; la demora que sólo existe en la lejanía o en la cercanía del pensamiento, o en el destino ahora permitido pero no realizable. Siempre hay un algo permitido y un por qué no realizable, un motivo ajeno a mi voluntad, es lo que pienso ahora y lo que escribo en lo más recóndito de mi ser. Deletreo, intento relatar, narrar la situación, crear; percibo el sonido nebuloso de unas frases que se desprenden y se acomodan tratando de moldear una forma; la metamorfosis persiste en detenerse, disipa líneas pre elaboradas. Un jadeo constante me sacude, provoca espejismos, escenas que veo entre franjas de luz hasta aunar un poema. Me invade la fuerza de querer romper esta cripta de fuego que paso a paso penetra mis bronquios. Vas a morir. De pronto oigo su voz y el mundo se hace astillas tras mis espaldas. Vete, respondo. Toso. Tengo fiebre. La figura se torna distante, fantasmagórica. Vuelvo a toser y una púa atraviesa la médula. Me asfixio. Me hundo en un mar de convulsiones y una cosa queda suspendida en los ojos: la ciudad nocturna con sus espíritus que vagan por las catedrales, que persigue a los espectros fatigados por la vida. La poesía aún da latigazos en la mente. ¡Al carajo! Soy masoquista. Hoy he vuelto a rondar por la manzana donde está el bar. En la esquina, alguien espera a alguien como yo espero a Laura, mientras invento cien argumentos para justificar el encuentro; ordeno ideas, lo dicho y entre dicho en el sueño, en la transparencia de las imágenes que intento decirle, sueño con extraterrestres, con orinar; me envuelvo en la cobija y escupo sobre la vigilia, otra vez su voz retumba en mi cabeza: “entre tu y yo no puede haber nada...” se repite constantemente. Pudiera borrarlo todo en un instante pero me produce placer, irremediablemente no puedo hacer nada, sólo esperar. Ella sigue ahí. La veo meterse en el baño, desnudarse, quiere estar conmigo, lo dice con su sonrisa inmutable como si de veras quisiera hacerlo. Al frente reaparece el cristal y en él dos seres se contraen, se estrían, se abren poseídos por el calor de la piel; el agua está fría, le digo con timidez y sus manos me acarician el pecho; huelen a Vaporub, a mentol. ¿Te acuerdas de mí? Y me duele saber que no, no se acuerda.
Intento besarla y siento miedo, miedo a contaminarla. La observo una vez más y su cuerpo se pierde en el espejo. Se diluye esparciendo una sensación de dolor; la estúpida desesperación de aceptar las pesadas manos sobre el tórax, los paños calientes, el bebedizo de pino tres veces al día, el jarabe de bromexina de clorhidrato, el jugo de cebolla con miel y el estrujar de los huesos avecinando la palidez mortal, el recuerdo imborrable de Laura. Ella no está y sin embargo no deja de iluminar la estancia. Alguien habla desde la puerta al compás de unos metales o vidrios o luces intermitentes empañando la respiración. ¡Qué va! Ya ni las pestañas tienen fuerza para levantarse. Son los últimos estertores... un calor sofocante, una pesadilla, toso, gemido de cabaret, Laura yo... y su cuerpo se esfuma para siempre en la penumbra.

TRIBUTO A FRANZ KAFKA

FRANZ KAFKA

Fotografía tomada en 1906.
Nacimiento
3 de julio de 1883.Praga, Bohemia, Austria-Hungría (hoy República Checa)
Defunción
3 de junio de 1924 (40 años).Kierling cerca de Viena, Austria
Ocupación
doctor en leyes. escritor.
Nacionalidad
Súbdito del Imperio Austrohúngaro (hoy República Checa)
Género
narrativo: novela, relato, cuento fantástico.
Movimientos
modernismo, existencialismo, expresionismo, surrealismo (aunque no estuvo entre los integrantes del movimiento).
Desplegar
Influido por
Gustave Flaubert, Søren Kierkegaard, Fiódor Dostoyevski, Charles Dickens, Friedrich Nietzsche
Franz Kafka (Praga, 3 de julio de 1883 – Kierling, cerca de Klosterneuburg, Austria, 3 de junio de 1924) fue un escritor checo en lengua alemana. Su obra es una de las más influyentes de la literatura universal en el último siglo, a pesar de no ser muy extensa: fue autor de tres novelas (El proceso, El castillo y América), una novela corta, La metamorfosis, y un cierto número de parábolas y relatos breves. Además, dejó una abundante correspondencia y escritos autobiográficos, la mayor parte publicados póstumamente.
Contenido[ocultar]
1 Biografía
2 Interpretación crítica
3 Escritos
3.1 Narrativa publicada en vida
3.2 Obras publicadas póstumamente
3.3 Relatos
3.4 Obra epistolar, diarios y aforismos
4 Bibliografía
5 Kafka en el cine
6 Kafka en el teatro
7 Enlaces externos
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Biografía [editar]
Praga, además de tener una historia cristiana, es también una ciudad judía, con uno de los guetos más antiguos de la Europa central. Mercaderes judíos se instalaron en la parte baja del Castillo de Praga sobre la colina de Hradčany (o Hradschin) desde 965. Luego, lo hicieron sobre la ruta de Vyšehrad, al sur de la Ciudad Vieja de Praga (Prager Altstadt o Staré Město). De ellos desciende Kafka. Cristiana y judía, Praga ha sido igualmente una ciudad alemana: bajo los Habsburgo, durante 300 años, la lengua alemana tuvo tiempo de penetrar en la administración, la enseñanza, el comercio y el arte. En 1880, la ciudad contaba con 42.000 alemanes (de los cuales la mitad aproximadamente era de origen judío).

Kafka a los 5 años (1888).
Kafka nace el 3 de julio de 1883 en un viejo edificio situado en el límite del ghetto judío de Praga, a dos pasos de la iglesia rusa ortodoxa de San Nicolás. Es hijo de Hermann Kafka (1852-1931) y Julie Löwy (1855-1934). Hermann (originario de una aldea de la Bohemia checa meridional, e instalado en Praga en 1881, en el gueto judío de Josefstadt) regentaba desde 1882 un negocio de pasamanería o mercería en la Zeltnergasse (Celetná ulice) 12, que transformaría más tarde en unos grandes almacenes que le dieron reputación de ciudadano respetable. Se le da el nombre de Franz en honor al emperador Francisco José I. Era checo, aunque su idioma materno fue el alemán. Julie Löwy había nacido en el seno de una familia germano-israelita, cultivada y rica, fabricante de cerveza. Kafka aprendió el idioma checo, ya que su padre procedía de Osek cerca de Písek, donde era un miembro de la comunidad judía checohablante ("Kafka" significa "grajo" en checo: ave que serviría de emblema para el negocio familiar) y quería que su hijo hablara con fluidez ambos idiomas. Sin embargo, la familia adoptó la cultura y la lengua alemana en la formación de sus hijos ya que de la relación con ellas dependía en buena manera el progreso económico y el reconocimiento social. Kafka también conocía el idioma y la cultura francesa. Uno de sus autores favoritos fue Flaubert; otros dos fueron Dickens y Cervantes, pero también hay que contar a Goethe.
De 1889 a 1893, Kafka asistió a la escuela primaria (Deutsche Knabenschule) en la calle Masná. (Fleischmarkt) en Praga y posteriormente al instituto en Staroměstské náměstí (situado en el Palacio de los Kinsky), donde completó su examen de Bachillerato en 1901. A continuación estudió Derecho en la Universidad Carolina de Praga, y obtuvo el doctorado en leyes en 1906.
De estudiante tuvo un papel activo en la organización de actividades literarias y sociales; promocionó representaciones para el teatro judeoalemán, a pesar de los recelos por parte incluso de sus amigos más íntimos, como por ejemplo Max Brod, quien habitualmente le apoyaba en todo lo demás. Contrariamente a su temor de ser percibido de manera repulsiva tanto física como mentalmente, impresionaba a los demás con su aspecto infantil, pulcro y austero, su conducta tranquila y fría, y su gran inteligencia, además de su particular sentido del humor.
Después de sus estudios, en 1907 ingresó como pasante, sin ser retribuido, en una agencia italiana de seguros de accidentes laborales (Assicurazione Generali); fue entonces cuando comenzó a escribir. Al año siguiente obtuvo un contrato fijo en otra agencia de dicho ramo. El padre de Kafka se refirió a este trabajo como "Brotberuf" —un empleo tan sólo para pagar las facturas. En 1913 escribe su libro inicial Consideración y en 1915 el famoso relato La metamorfosis. En 1917 se le diagnosticó tuberculosis, lo que le obligó a mantener frecuentes períodos de convalecencia, durante los cuales recibió el apoyo de su familia, en especial de su hermana Ottilie, con quien tenía mucho en común. En 1919 finaliza los catorce cuentos fantásticos (o catorce lacónicas pesadillas) que componen Un médico rural.
Un tema de gran importancia en su obra es su relación con un padre autoritario. En la intimidad, éste no dejó nunca de menospreciar a su hijo y hasta el año 1922 lo tiranizó. De ese conflicto y de sus tenaces meditaciones sobre las "misteriosas misericordias" y las ilimitadas exigencias de la patria potestad, declaró el propio Kafka que procedía toda su obra, incluyendo en particular su célebre Carta al padre, nunca publicada en vida.
Su relación tormentosa con varias mujeres fue determinante. La más familar con Felice Bauer dio origen a una correspondencia fundamental, analizada por Canetti. A principios de 1920, mantuvo una relación amorosa con la escritora, traductora y periodista checa Milena Jesenskà. En 1923 se trasladó a Berlín, con la esperanza de distanciarse de la influencia de su familia y concentrarse en su obra; se reunió con Dora Diamant, una joven de 25 años descendiente de una familia judía ortodoxa, que había huido de su pueblo natal, a la que había conocido en el verano del mismo año en una colonia judía de vacaciones, en Müritz, a orillas del Báltico. Dora se convirtió en su compañera y tuvo mucho que ver en el interés de Kafka por el judaísmo.
En sus diarios y cartas se queja frecuentemente de insomnio y dolores de cabeza. Fue un partidario de la dieta vegetariana y del naturismo. Se dice que consumía grandes cantidades de leche sin pasteurizar, lo que pudo ser el factor desencadenante de su tuberculosis, en 1917. No hay coincidencia de pareceres sobre los más que probables trastornos psicológicos de Kafka. En sus cuadernos íntimos él habla de "demonios", "derrumbamiento", "embates", "desamparo", "persecución", "soledad", "asalto a las últimas fronteras terrenales", "agobiante observación de uno mismo" y muchas otras expresiones más que aluden a un mundo oscuro, desconcertante y desconocido. La interpretación médica que se haga de estos pasajes no dejará de ser arriesgada y sobre todo simplificadora. Kafka fue un ser atormentado y complejo, pero también, a su manera, gozó de la vida con una intensidad fuera de lo común.
El estado de salud de Kafka empeoró sensiblemente en años posteriores con el avance de la enfermedad. Regresó a Praga, acudiendo posteriormente a un sanatorio cerca de Viena para recibir tratamiento. Los problemas físicos le causaron molestias en la garganta, lo que hacía que el tragar los alimentos le resultara muy doloroso, de manera que en sus últimas semanas se alimentó principalmente de líquidos. Murió en el sanatorio el 3 de junio de 1924. Su cuerpo fue llevado a Praga, donde fue enterrado, el 11 de junio de 1924, en el Nuevo Cementerio Judío de Praga-Žižkov.
Kafka sólo publicó algunas historias cortas durante toda su vida, una pequeña parte de su trabajo, por lo que su obra pasó prácticamente inadvertida hasta después de su muerte. Con anterioridad a su fallecimiento, dio instrucciones a su amigo y albacea Max Brod de que destruyera todos sus manuscritos; Brod hizo caso omiso de esas instrucciones, y supervisó la publicación de la mayor parte de los escritos que obraban en su poder. La compañera final de Kafka, Dora Diamant, cumplió sus deseos pero tan sólo en parte. Dora guardó en secreto la mayoría de sus últimos escritos, incluyendo 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que fueron confiscados por la Gestapo, en 1933. Actualmente prosigue la búsqueda de los papeles desaparecidos de Kafka a escala internacional.
Los escritos de Kafka pronto comenzaron a despertar el interés del público y a obtener alabanzas por parte de la crítica, lo que posibilitó su pronta divulgación, hasta el punto de que marcaría el proceso posterior de la literatura del siglo XX. Todas sus páginas publicadas, excepto varias cartas en checo dirigidas a Milena, se encuentran escritas en alemán.
En su obra, a menudo el protagonista se enfrenta a un mundo complejo, que se basa en reglas desconocidas, las cuales nunca llega a comprender. El adjetivo kafkiano se utiliza precisamente a menudo para describir situaciones similares. Una curiosidad: En ocasiones usaba el pseudónimo de Yerba amarga, supuestamente los días de mayor hastío o desazón. Harold Bloom ha escrito en 1995: «Desde una perspectiva puramente literaria, ésta es la época de Kafka, más incluso que la de Freud. Freud, siguiendo furtivamente a Shakespeare, nos ofreció el mapa de nuestra mente; Kafka nos insinuó que no esperáramos utilizarlo para salvarnos, ni siquiera de nosotros mismos».

Tumba de Franz Kafka en el Cementerio Judío de Praga.

Interpretación crítica [editar]
La mayoría de los escritores y críticos del siglo XX han hecho referencias a su figura. Ha habido multitud de estudiosos que han intentado (e intentan) encontrarle sentido a la obra de Kafka, interpretándola en función de distintas escuelas de crítica literaria, como por ejemplo la modernista, la realista mágica, etc. La desesperación y el absurdo de que su obra parece estar impregnada se consideran emblemáticos del existencialismo. Aparte, unos han intentado hallar la influencia marxista en la satirización de la burocracia, en obras tales como En la colonia penitenciaria, El proceso y El castillo, mientras que otros apuntan al anarquismo como el fundamento de inspiración para el individualismo antiburocrático de Kafka (tomando en cuenta también su breve militancia en una organización de este tipo y su apoyo a algunas campañas promovidas por los anarquistas checos). Sin embargo, una parte importante de la crítica ha interpretado su obra bajo el prisma del Judaísmo; también se ha intentado darle una interpretación a través del Freudismo (debido a sus conflictos familiares); o como alegorías de una búsqueda metafísica de Dios, según propuso (Thomas Mann).
Más modernamente, Walter Benjamin habló de su tensión entre la tradición mística y la modernidad metropolitana. Hay quien considera, con todo, que bajo los renglones de Kafka no se encuentra ningún sentido oculto, que sólo son historias y cuentos. Pues el mundo que desea Kafka no es nada oculto, es un mundo de los hombres, construido por ellos mismos (Arendt). Y, en definitiva, nunca se enciende en Kafka el aura de lo infinito: cada frase vale literalmente lo que se dice en ella Adorno. Más aún, Barthes, de acuerdo con la crítica y traductora kafkiana Marthe Robert, defiende ante todo fijarse en su técnica "alusiva", técnica que apela a algo defectivo por fuerza, pues el sentido del mundo no es enunciable.
Se pone énfasis repetidamente en el tema de la alienación y de la manía persecutoria en Kafka; dicho énfasis se halla inspirado, en parte, en la contra-crítica de Gilles Deleuze y Félix Guattari, quienes mantenían que Kafka representa mucho más que el estereotipo de figura solitaria que escribe movida por la angustia, y que su trabajo era mucho más deliberado, subversivo y, aun así, "alegre" de lo que parecía ser. Los biógrafos han comentado que Kafka, como otros grandes escritores, tenía costumbre de leer capítulos del libro en el que estaba trabajando a sus amigos más íntimos, y que la situación llegaba a ser cómica y concluia en risas de todos.
Su obra es expresiva, como ninguna otra, de las ansiedades y la alienación del hombre del siglo XX. También viene a expresar las relaciones entre literatura y amenaza, como señala Blanchot. Su importancia es tal que en varias lenguas se ha acuñado el adjetivo «kafkiano» para describir situaciones que recuerdan a las reflejadas por él. De modo análogo ha acontecido con «borgiano» acerca de la temática y el estilo de Jorge Luis Borges, traductor y devoto de la obra del checo. Lo que ocurre, como señala Coetzee, es que siendo el menos psicológico de los escritores, Kafka tuvo un sentido penetrante de las obscenas interioridades del poder. Pero es cierto que puede entenderse de otro modo: Sebald describe la llegada de K. al Castillo como la elección del país de la muerte.

Escritos [editar]

Narrativa publicada en vida [editar]

Estatua de bronce de Franz Kafka, en Praga
Descripción de una lucha (1904). ("ver versión definitiva")
Conversación con el suplicante
Conversación con el ebrio
Contemplación (1913)
Niños en un camino de campo
Desenmascaramiento de un embaucador
El paseo repentino
Resoluciones
La excursión a la montaña
Desdicha del soltero
El comerciante
Contemplación distraída de la ventana
Camino de casa
Transeúntes
Compañero de viaje
Vestidos
El rechazo
Para que mediten los jinetes
La ventana a la calle
El deseo de ser piel roja
Los árboles
Desdicha
Un médico rural (1919)
El nuevo abogado
Un médico rural.(Ein Landarzt - 1917)
En la galería
Un viejo manuscrito
Ante la ley. Repetido en El Proceso. Before the law)
Chacales y árabes
Una visita a la mina
El pueblo más cercano
Un mensaje imperial
Preocupaciones de un jefe de familia
Once hijos
Un fratricidio
Un sueño
Informe para una academia (Ein Bericht für eine Akademie - 1917)
La Condena (Das Urteil - Septiembre 22-23, 1912)
En la colonia penitenciaria (In der Strafkolonie - Octubre 1914)
Una mujercita (Eine kleine Frau - 1923)
Josefina la cantora o el pueblo de los ratones (Josephine, die Sängerin, oder Das Volk der Mäuse - 1924)
Un artista del hambre (1924) (Ein Hungerkünstler - 1922). Revisado por Kafka en su lecho de muerte
Un artista del trapecio
La metamorfosis (Die Verwandlung - 1915)

Obras publicadas póstumamente [editar]
América. (Amerika). Novela comenzada en 1912. Se publicó en 1927.
El proceso (1925). (Der Prozeß - 1925). Novela inconclusa.
El Castillo. 1922. (Das Schloß). Novela inacabada.
La edificación de la Muralla China. Relato.
Carta al padre (noviembre 1919).
Ricardo y Samuel. Capítulo de una novela, escrito en colaboración con Max Brod.

Relatos [editar]
Preparativos de una boda en el campo (Hochzeitsvorbereitungen auf dem Lande - 1907-1908)
Der Dorfschullehrer or Der Riesenmaulwurf - 1914-1915
La muralla china (Beim Bau der Chinesischen Mauer - 1917). Versión previa a otra definitiva destruida más tarde por Kafka
La obra (Der Bau - 1923-1924). También traducido como La construcción o La madriguera.

Obra epistolar, diarios y aforismos [editar]
Aforismos, visiones y sueños (1917)
Cuadernos en octava (1917)
Diarios (1910-1923)
Escritos sobre sus escritos (1917) Publicado en España como "Escritos sobre el arte de escribir", 2003, [Ediciones y talleres de escritura creativa fuentetaja.]
Carta al Padre (1919)
Cartas a Felice (1967)
Cartas a Milena
Cartas a Ottla
Cartas a la familia

Bibliografía [editar]
G. Janouch, Conversaciones con Kafka, Destino, 2006.
M. Brod, Kafka, Alianza, 1982.
A. M. Ripellino, Praga mágica, Seix-Barral, 2006.
T. Mann, "F. Kafka y El castillo", en El artista y la sociedad, Guadarrama, 1975.
M. Blanchot, De Kafka a Kafka, México, FCE, 1991.
M. Robert, Kafka, Paidós, 1969.
M. Robert, Franz Kafka o la soledad, México, FCE, 1982.
M. Robert, Acerca de Kafka, acerca de Freud, Anagrama, 1980.
M. Robert, Lo antiguo y lo nuevo: de don Quijote a Kafka, Trifaldi, 2006.
K. Wagenbach, Kafka, Alianza, 1981.
K. Wagenbach, La juventud de F. Kafka, Monteávila, 1969.
K. Wagenbach, La Praga de Kafka, Quinteto, 2008.
K. Wagenbach, F. Kafka. Imágenes de su vida, G. Gutenberg, 1998.
R. Stach, Kafka, los años de las decisiones, Siglo XXI, 2003.
W. Benjamin, "Dos iluminaciones sobre Kafka", en Iluminaciones, I, Taurus, 1971.
H. Arendt, "Kafka", en La tradición oculta, Paidós, 2004.
R. Barthes, "La respuesta de Kafka", en Ensayos críticos, Seix-Barral, 1985.
T.W. Adorno, "Apuntes sobre Kafka", en Crítica cultural y sociedad, Axel, 1984.
V. Nabokov, "Kafka: la metamorfosis", en Curso de literatura europea, Bruguera, 1983.
G. Deleuze y F. Guattari, Kafka, Minuit, 1975.
E. Canetti, El otro proceso de Kafka, Muchnik, 1976.
J. Derrida, "Ante la ley", en La filosofía como institución, Granica, 1984.
J.M. Coetzee, "Traducir a Kafka", en Costas extrañas, Debate, 2004.
Ernesto Feria Jaldón, "Estudios sobre Kafka". Renacimiento, 2000.
W.G. Sebald, "El país por descubrir; La ley de la vergüenza", en Pútrida patria, Anagrama, 2005.

Kafka en el cine [editar]
El proceso - Dir. Orson Welles (1963)
The Castle - Dir. Rudolph Noelte (1968)
Informe para una academia - Dir. Carles Mira (1975)
The metamorphosis of Mr. Samsa - Dir. Caroline Leaf (1977)
Informe per a una acadèmia - Dir. Quim Masó (1989)
Kafka, la verdad oculta - Dir. Steven Soderbergh (1991)
El proceso - Dir. David Jones (1993)
La Metamorfosis de Franz Kafka - Dir. Carlos Atanes (1993)
Amerika - Dir. Vladimir Michalek (1994)
Das Schloss - Dir. Michael Haneke (1996)
La metamorfosis - Dir. Josefina Molina (1996)
Metamorfosis - Dir. Fran Estévez (2004)
El deseo de ser piel roja - Dir. Pablo Di Luozzo (2006)

Kafka en el teatro [editar]
Milan Richter Del Ereboparaíso de Kafka (2006), drama en dos actos, traducción de Renata Bojnicanova y Salustio Alvarado
Milan Richter La segunda vida de Kafka (2007), drama en dos actos, traducción de Renata Bojnicanova y Salustio Alvarado
"La Metamorfosis", versión teatral musical, con libro y letras de Mariano Taccagni y música original de Damián Mahler. Buenos Aires.

jueves, 25 de junio de 2009

TRIBUTO A RAY BRADBURY


RAY BRADBURY

Nacimiento
22 de agosto de 1920 (88 años) Waukegan, Illinois
Ocupación
Escritor
Nacionalidad
Estadounidense
Género
ciencia ficciòn , fantasìa
Movimientos
Naturalista y modernista
Desplegar
Influido por
Edgar Allan Poe, Shakespeare
Sitio web oficial
Ray Douglas Bradbury (Waukegan, Illinois, 22 de agosto de 1920) es un escritor estadounidense de misterio del género fantástico, terror y ciencia ficción. Principalmente conocido por su obra Crónicas Marcianas (1950) y la novela distópica Fahrenheit 451 (1953).
Contenido[ocultar]
1 Biografía
2 Características de su obra
3 Obra
3.1 Recopilaciones de relatos
3.2 Novelas
4 Adaptación cinematográfica y televisiva
5 Premios Obtenidos
5.1 Finalista
5.2 Otros reconocimientos
6 Seudónimos
7 Referencias
8 Véase también
9 Enlaces externos
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Biografía [editar]
Su familia se mudó varias veces desde su lugar de nacimiento hasta establecerse finalmente en Los Ángeles en 1934. Bradbury fue un ávido lector en su juventud además de un escritor aficionado. No pudo asistir a la universidad por razones económicas. Para ganarse la vida, comenzó a vender periódicos. Posteriormente propuso formarse de manera autodidacta a través de libros, comenzando a realizar sus primeros cuentos con una máquina de escribir. Sus trabajos iniciales los vendió a revistas, a comienzos de los años 1940.
Existe un asteroide llamado (9766) Bradbury en su honor.

Características de su obra [editar]
Se considera a sí mismo "un narrador de cuentos con propósitos morales". Sus obras a menudo producen en el lector una angustia metafísica, desconcertante, dado que reflejan la convicción de Bradbury de que el destino de la humanidad es "recorrer espacios infinitos y padecer sufrimientos agobiadores para concluir vencido, contemplando el fin de la eternidad."
Un clima poético y un cierto romanticismo son otros rasgos persistentes en la obra de Ray Bradbury, si bien sus temas están inspirados en la vida diaria de las personas. Por sus peculiares características y temáticas su obra puede considerarse como exponente del realismo épico, aunque nunca la haya definido de este modo.
Si bien a Bradbury se le conoce como escritor de ficción científica, él mismo ha declarado que no es escritor de ciencia ficción sino de fantasía y que la única novela de ciencia ficción que ha escrito es Fahrenheit 451.

Obra [editar]

Recopilaciones de relatos [editar]
Crónicas marcianas (1950)
El hombre ilustrado (1951)
Las doradas manzanas del sol (1953)
El país de octubre (1955)
Remedio para melancólicos (1960)
Las maquinarias de la alegría (1964)
I Sing the Body Electric (1969)
Cuentos de dinosaurios (1983)
El convector Toynbee (1988)
La bruja de abril y otros cuentos (1994)
Más rápido que el ojo (1996)
A Ciegas (1997)
De la ceniza volverás (2001)
Algo más en el equipaje (2003)
El signo del gato (2005)

Novelas [editar]
Fahrenheit 451 (1953)
El vino del estío (1957)
La feria de las tinieblas (1962)
El árbol de las brujas (1972)
La muerte es un asunto solitario (1985)
Cementerio para lunáticos (1990)
El Sonido del Trueno (1990)
Sombras verdes, ballena blanca (1992)
Matemos todos a Constance (2004)
El verano de la despedida (2006). Continuación de "El vino del estío"

Adaptación cinematográfica y televisiva [editar]
El sonido del trueno, película estrenada en EE. UU. en el año 2005 por la productora Warner Bros con Edward Burns, Ben Kingsley y Catherine McCormack.
El Carnaval de las Tinieblas (Something Wicked This Way Comes), en una edulcorada adaptación de 1983, guionizada por el propio Bradbury y dirigida por Jack Clayton, bajo el sello Disney.
Crónicas marcianas, adaptada para la TV norteamericana en 1980 por Michael Anderson con Rock Hudson, Gayle Hunnicutt y Fritz Weaver en los principales papeles.
El hombre ilustrado, trasladada a la gran pantalla en 1969 por Jack Smight con Rod Steiger.
Fahrenheit 451, filmada con sobrada maestría por François Truffaut en 1966 con Dirk Bogarde, Julie Christie y Oskar Werner, siendo la mejor adaptación al cine de una obra del escritor hasta el momento. En estos momentos se está preparando una nueva adaptación de la mano de Frank Darabont, y cuyo estreno está previsto para el 2010.[1]

Premios Obtenidos [editar]
1954: Premio Benjamin Franklin que reconoce la excelencia en la publicación independiente
1968: Premio ASWA al mejor artículo referido al espacio en una revista americana en 1967 por An Impatient Gulliver Above Our Roots
1970: Salón de la Fama de la ciencia ficción por el relato La tercera expedición, del libro Crónicas Marcianas
1971: Premio Seiun de cuento por The Poems
1972: Premio Seiun de cuento por The Blue Bottle
1973: Premio Seiun de cuento por The Black Ferris
1977:
Premio Mundial de Fantasía: por una vida de logros
Encuesta Locus: Décimo cuarto en el ranking de mejores autores de todos los tiempos
1979: Premio Balrog en en la categoría de Poesía
1980: Premio Gandalf de Fantasía
1983: Premio Saturn al mejor guión por El carnaval de las tinieblas
1984
Prometheus Hall of Fame de la Sociedad Libertaria Futurista por Fahrenheit 451
Premio Jules Verne
Premio Valentine Davies de la Writers Guild of America por su trabajo como guionista en cine
1988: Nombrado Gran Maestro por la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción de América (SFWA)
1989: Premio Bram Stoker en tres categorías (Mejor obra de ficción, Mejor historia corta y Reconocimiento por toda una vida de trabajo)
1993: CableACE a la mejor serie dramática por The Ray Bradbury Theater
1994: Emmy por el guión televisivo de El árbol de las brujas
1998
Encuesta Locus, 23ª mejor novela anteriores a 1990 por Crónicas marcianas
Encuesta Locus, 29ª mejor novela anteriores a 1990 por Fahrenheit 451
Incluido en el Salón de la Fama de la ciencia ficción
1999: George Pal Memorial de la Academia de Cine de Ciencia Ficción, Fantasía y Terror
2003: Premio Bram Stoker a la mejor antología por One More for the Road
2004: Premio Retro Hugo a la mejor novela de 1953 por Fahrenheit 451
2006: Premio Reino de Redonda que distingue la obra de autores no españoles
2007: Mención especial al Premio Pulitzer por su “distinguida, prolífica y profundamente influyente carrera como un incomparable autor de ciencia ficción y fantasía”

Finalista [editar]
1976: Premio Mundial de Fantasía a los logros de una vida
1977: Premio Mundial de Fantasía a la mejor antología por Long After Midnight
1989
Premio Bram Stoker de mejor historia corta por The Young Thing at the Top of the Stairs
Premio Bram Stoker de mejor antología por El Convector Toynbee
1998: Premio de la British Fantasy Society a la mejor antología por Driving Blind
1998: Premio Mundial de Fantasía a la mejor antología por Driving Blind
2002
Premio Mundial de Fantasía a la mejor novela por From the Dust Returned: A Family Remembrance
Premio Bram Stoker a la mejor novela por From the Dust Returned: A Family Remembrance
1963: Óscar por su película animada Icarus Montgolfier Wright

Otros reconocimientos [editar]
Cráter lunar con el nombre de "Cráter Dandelion" en honor al libro "Dandelion Wine" (en español, El vino del estío)
Un asteroide lleva su nombre, el Bradbury 9766.
Una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Premio Internacional de ciencia ficción Clarke-Bradbury
Premio Bradbury de guión para representación dramática otorgado por la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción de América (SFWA)

Seudónimos [editar]
Edward Banks
William Elliott
D.R. Banat
Leonard Douglas
Leonard Spaulding
Brett Sterling

Referencias [editar]
http://extracine.com/2009/01/la-futura-nueva-joya-de-frank-darabont-farenheit-451/ La futura nueva joya de Frank Darabont: Farenheit 451 Extracine

Véase también [editar]
Fahrenheit 451
Ciencia-Ficción

Enlaces externos [editar]
Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Ray Bradbury.Commons
Wikiquote
Wikiquote alberga frases célebres de Ray Bradbury.
Página oficial, en inglés.
Blog sobre Ray Bradbury
Ray Bradbury en Internet Movie Database (en inglés)
Texto completo del cuento "El Sonido del Trueno" de Ray Bradbury
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Ray_Bradbury"
Categorías: Nacidos en 1920 Escritores de ciencia ficción de Estados Unidos Escritores de terror de Estados Unidos Escritores en inglés Cuentistas de Estados Unidos Autores ganadores del premio Hugo Novelistas de Estados Unidos Escritores del siglo XX Paseo de la Fama de Hollywood
Categoría oculta: Personas vivas

TRIBUTO A HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT

HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT

Nacimiento
20 de agosto de 1890Providence (Rhode Island), Estados Unidos
Defunción
15 de marzo de 1937Providence (Rhode Island), Estados Unidos
Ocupación
Escritor
Nacionalidad
estadounidense
Período
1917-1937
Género
Terror, Ciencia ficción, literatura de terror gótico
Movimientos
Terror Cósmico Materialista, Círculo de Lovecraft
Desplegar
Influido por
Robert William Chambers, Arthur Machen, Lord Dunsany, Edgar Allan Poe, Robert E. Howard, Clark Ashton Smith
Sitio web oficial
Howard Phillips Lovecraft (* Providence, Rhode Island, 20 de agosto de 1890 - † ibídem, 15 de marzo de 1937) fue un escritor estadounidense, autor de novelas y relatos de terror y ciencia ficción. Se le considera un gran innovador del cuento de terror, al que aportó una mitología propia (los mitos de Cthulhu), desarrollada en colaboración con otros autores y aún vigente. Su obra constituye un clásico del terror cósmico materialista, una corriente que se aparta de la temática tradicional del terror sobrenatural (satanismo, fantasmas), incorporando elementos de ciencia ficción (razas alienígenas, viajes en el tiempo, existencia de otras dimensiones). Cultivó también la poesía, el ensayo y la literatura epistolar.
Contenido[ocultar]
1 Biografías
1.1 Primeros años
1.2 Boda y Nueva York
1.3 Regreso a Providence
1.4 Últimos años
2 Trasfondo del trabajo de Lovecraft
3 Temas
3.1 Conocimiento prohibido
3.2 Influencias extraterrenas en la humanidad
3.3 Culpa atávica
3.4 Imposibilidad de escapar del Destino
3.5 La civilización amenazada
3.6 Racismo
3.7 Las mujeres
3.8 Riesgos de la ciencia
4 Obra, filmografía y adaptaciones
5 Referencias
6 Bibliografía
6.1 Obra propia en castellano
6.2 Sobre H. P. Lovecraft
7 Véase también
8 Enlaces externos
8.1 En español
8.2 En inglés
//

Biografías [editar]

Primeros años [editar]

Lovecraft con aproximadamente nueve años de edad.
H. P. Lovecraft nació el 20 de agosto de 1890 a las 9 de la mañana en el hogar familiar situado en el Nº 194 (hoy 454) de Angell Street, en Providence, capital del estado de Rhode Island, el más pequeño de los Estados Unidos de América y uno de los seis que componen la región de Nueva Inglaterra. La casa fue derribada en 1961.
Howard Phillips Lovecraft era el hijo único de Winfield Scott Lovecraft (1853-1898) - representante de ventas de la Gorham Silver Company, dedicada al comercio de la plata, metales preciosos y joyería - y de Sarah Susan Phillips Lovecraft (1857-1921), la segunda de cuatro hijos de Whipple Van Buren Phillips y Rhoby Alzada Place. Para ambos fue su primer matrimonio, ya habiendo cumplido los 30 años.
Lovecraft procedía de unos ancestros distinguidos: en cuanto a su línea materna, los Phillips, se podría rastrear su linaje casi hasta el "Mayflower", ya que los antepasados de su madre se podrían rastrear hasta la llegada de George Phillips a Massachusetts en 1630. Cuando Lovecraft visitó algunas de las tierras de sus antepasados al este del estado de Rhode Island, el nombre de Phillips era recordado con cariño y respeto (ver "Selected Letters" 2,81f.); su línea paterna era de origen británico y Lovecraft pudo rastrear su apellido (Lovecraft o Lovecroft) hasta el siglo XV.
A Howard, el pequeño Lovecraft, le gustaba frecuentar parajes extraños y apartados para poder dar rienda suelta a su desbordante imaginación. En esos sitios (cuevas, arboledas alejadas, etc.) recreaba situaciones históricas o se ensimismaba en la observación de pequeños detalles que, para el resto de las personas, pasaban inadvertidos, pero que a Lovecraft le fascinaban; como detenerse a escuchar a las hadas del bosque, o imaginar lo que podría existir en el espacio exterior. Quizás una de las razones por las que le gustaba tanto evadirse era por la estricta atadura a la que lo sometía su madre, diciéndole que él no debía jugar con niños de menor categoría, o insistiendo en que era feo y que nunca llegaría a triunfar.
Cuando Lovecraft tenía tres años, su padre sufrió una crisis nerviosa en la habitación de un hotel de Chicago, donde se encontraba alojado por motivos de trabajo, y le ingresaron en el Butler Hospital, Centro Psiquiátrico de Providence y fue incapacitado legalmente debido a una serie de trastornos de índole neurológica. A partir de ese momento y durante los siguientes cinco años, estuvo ingresado en varias ocasiones en este hospital, donde murió el 19 de julio de 1898 con el diagnóstico de paresia general, una fase terminal de la neurosífilis. Aunque algunos biógrafos afirman que al niño Lovecraft le informaron de que su padre estaba paralizado y en estado comatoso durante ese período, todas las evidencias parecen demostrar que no fue así.
Con la muerte del padre de Lovecraft, la educación del niño recayó sobre su madre, sus dos tías (Lillian Delora Phillips y Annie Emeline Phillips) y en especial en su abuelo materno, un importante empresario llamado Whipple Van Buren Phillips. Todos residían en la casa familiar.
Lovecraft fue un niño prodigio: recitaba poesía a los dos años, leía a los tres y empezó a escribir a los seis o siete años de edad. Uno de los géneros que más le apasionó en su infancia fue el de las novelas policíacas, llevándolo incluso a formar la "Agencia de detectives de Providence" a la edad de 13 años. A los quince creó su primera obra, La bestia en la cueva, imitación de los cuentos de horror góticos. A los 16 escribía una columna de astronomía para el "Providence Tribune".
Su abuelo materno lo alentaba a la lectura, y siendo ésta una de sus aficiones favoritas, no tardó en descubrir la inmensa biblioteca de su abuelo. En ella descubrió (con un ejemplar de La Ilíada para niños entre las manos) el paganismo grecolatino y Las mil y una noches, a una edad muy temprana, aunque posteriormente (a los cinco años) se declaró ateo, convicción que mantuvo hasta su muerte. Esto ayudó a que su imaginación se desarrollase rápidamente en comparación con el resto de los chicos de su edad, produciéndole una falta de adaptación con éstos. Cuando ellos querían jugar con espadas o a juegos fundamentalmente físicos, él prefería llevar a cabo entretenimientos más pausados e imaginativos, como representaciones históricas.
Debido a su falta de perseverancia y de salud, no asistió al colegio hasta los ocho años y tuvo que dejarlo después de un año. Durante su absentismo escolar, leía con voracidad. Adquirió conocimientos de química y astronomía, llegando incluso a escribir en algunas revistas científicas. Publicó varias revistas de circulación limitada, comenzando en 1899 con La Gaceta Científica. Cuatro años después, regresó a la escuela pública "Hope Street High School", donde cursó dos años y medio en la educación secundaria, hasta que abandonó definitivamente los estudios.

Phillips Whipple, abuelo de Lovecraft.
En 1904, fallece su abuelo materno, Phillips Whipple Van Buren, afectando sobremanera al joven Lovecraft, de 14 años de edad. La mala gestión de las propiedades y del dinero familiar dejó a su familia en tan malas condiciones económicas que se vieron obligados a mudarse al número 598 (hoy un dúplex en 598-600) de Angell Street. Lovecraft quedó tan afectado por la pérdida de su abuelo y la casa que le vio nacer, que consideró el suicidio durante un tiempo. En 1908, antes de su graduación, sufrió un colapso nervioso y no recibió su diploma. S. T. Joshi, biógrafo de Lovecraft, sugiere que este colapso pudo deberse a sus dificultades con las matemáticas, una materia que necesitaba dominar para convertirse en astrónomo profesional. Este fracaso en su educación (el quería estudiar en la Universidad de Brown) fue una fuente de desilusión y vergüenza hasta el final de sus días.
Aunque su mentalidad respondía a un racionalismo empirista, a Lovecraft le atraía la literatura imaginativa, seguramente influido por su escepticismo; encerrado en el pesimismo de la soledad y considerando que «el pensamiento humano es el espectáculo más divertido y más desalentador de la Tierra».
Lovecraft escribió algunos relatos de ficción, pero desde 1908 hasta 1913, principalmente trató la poesía, mientras vivía como un ermitaño y teniendo apenas contacto con el mundo exterior, a excepción de su madre. Esta situación cambió al escribir una carta a la revista Argosy, quejándose sobre lo insípido de las historias de amor de uno de los escritores más populares de la publicación, Fred Jackson. El debate entre los defensores de Jackson y Lovecraft en la columna de opinión llamó la atención de Edward F. Daas, presidente de la UAPA, que invitó a Lovecraft a unirse a ellos en 1914. La UAPA infundió un nuevo vigor a Lovecraft y le incitó a contribuir con sus poemas y ensayos. Un tiempo después, se convirtió en presidente de la UAPA, e incluso llegó a ser presidente de la NAPA, la rival de la UAPA. En 1917, a petición de algunos amigos, volvió a la ficción con historias mucho más pulidas, como La tumba y Dagon. Ésta última fue su primer trabajo publicado de forma profesional, apareciendo en Weird Tales en 1923. Sobre esta época, comenzó a formarse una enorme red de admiradores, entre los que se encontraban Robert Bloch, Clark Ashton Smith y Robert E. Howard, creador este último de Conan el Bárbaro. La extensión y frecuencia de sus cartas, le harían uno de los más grandes escritores de su siglo.[cita requerida]
A diferencia de los mínimos efectos producidos en el niño Lovecraft por la muerte de su padre, en 1921 tuvo lugar la muerte de su madre, que le supuso una fuerte conmoción. Ocurrió después de una larga enfermedad, que algunos biógrafos suelen relacionar con la sífilis de su padre, aunque en cualquier caso la realidad es que la causa inmediata de la muerte fue un post-operatorio deficiente después de una intervención quirúrgica de vesícula biliar. Fue ingresada en el Butler Hospital, como su marido antes que ella. Durante su ingreso, escribía frecuentemente cartas a Lovecraft, y permanecieron muy unidos hasta su muerte el 21 de mayo de 1921. Lovecraft contaba con 31 años de edad.
Muchos críticos consideran a la madre de Lovecraft la causante de todos los comportamientos peculiares y un tanto extravagantes que Lovecraft mostró durante su existencia. Parece ser que después de la muerte de Winfield (su marido), Sarah descargó todas las frustraciones de una burguesa venida a menos sobre su único hijo, sobreprotegiéndolo hasta límites demenciales y tratándole como si fuera su único bien en la tierra, favoreciendo así el desarrollo de unas determinadas características de personalidad, comunes en estos casos, que condicionarían su patrón conductual mientras vivió; entre otros aspectos destacados, prefiriendo las relaciones humanas con su pequeño entorno que le ofrecía una mayor seguridad antes que con un entorno social más amplio y desconocido que no controlaba debido a ese déficit en habilidades sociales óptimas por falta de aprendizajes adecuados en su infancia y adolescencia.

Boda y Nueva York [editar]

Lovecraft y su esposa, Sonia Greene
La muerte de su madre y la pérdida de la riqueza familiar en 1921, le llevaron a abandonar la idea de llevar una vida dedicada a la escritura, obligándolo a trabajar en pequeños encargos, que en la mayoría de las situaciones consistirían en retocar escritos de otros autores, menos dotados para la escritura que él. Gracias a este tipo de trabajos conoció a muchos de los que después formarían el famoso "Círculo de Lovecraft", entre ellos Robert E. Howard, Clark Ashton Smith, Robert Bloch, Frank Belknap Long, August Derleth y otros más. Para estos escritores y "amigos", Lovecraft presentaba una gran diferencia entre su personalidad a través de las cartas, frente a su forma de ser en persona. Lo definían como entusiasta y generoso, creativo y prodigio de inteligencia... pero también con una faceta racista que no abandonó hasta los últimos meses de su vida.
Unas semanas después de la muerte de su madre, Lovecraft acudió a una convención de periodistas aficionados en Boston, donde conoció a Sonia Greene. Nacida en 1883, tenía ancestros judíos procedentes de Ucrania y era siete años mayor que Lovecraft. Se casaron en 1924, y se mudaron al municipio de Brooklyn, en la ciudad de Nueva York. Las tías de Lovecraft no vieron con buenos ojos esta boda, ya que Sonia era comerciante, propietaria de una tienda de sombreros y empleada en la United Amateur Press Association. Inicialmente Lovecraft quedó embelesado con Nueva York, pero pronto la pareja se vio inmersa en dificultades económicas. Sonia perdió su tienda y su salud comenzó a empeorar. Lovecraft no pudo encontrar un trabajo, por lo que su esposa se mudó a Cleveland para buscar empleo y Lovecraft se quedó en el barrio Red Hook de Brooklyn, donde comenzó a sentir una profunda aversión por la vida neoyorkina.[1] En efecto, la desalentadora realidad sobre la imposibilidad de mantener un trabajo en un lugar cuya población mayoritaría era inmigrante, entraba en un irreconciliable conflicto con la opinión sobre sí mismo, de ser un privilegiado anglosajón, por lo que su racismo galvanizó hasta el punto del miedo.[2]
En 1926, Sonia y Lovecraft, todavía viviendo de forma separada, acordaron un divorcio amigable, donde Lovecraft alegó "las grandes divergencias entre ambos y los problemas económicos", aunque nunca se llevó a cabo. Debido al fracaso de su matrimonio, algunos biógrafos han especulado con la posibilidad que Lovecraft fuera asexual, aunque Sonia dijera de él que era un "adecuado y excelente amante"[1].

Regreso a Providence [editar]
De vuelta a Providence el 17 de abril de 1927, convivió con sus tías durante los años siguientes, en una "espaciosa y marrón casa de madera victoriana" en la calle Barnes número 10 (la dirección del Dr. Willett en El caso de Charles Dexter Ward) hasta 1933. Allí es en donde se ve superado por la sensación de fracaso que lo rodea, abandonándose a la soledad y la frustración. En esta época disfruta de paseos nocturnos, que repercuten en su hundimiento personal, y crean una esfera invisible de miedos que nunca le permitirán recuperarse, aunque de forma paralela, contribuyen a su máximo esplendor literario. En estos fructíferos años escribe la gran mayoría de sus obras más conocidas, como La llamada de Cthulhu en 1926, En las montañas de la locura en 1931 o El caso de Charles Dexter Ward, principalmente publicadas en la revista Weird Tales.
En estos mismos años visitó a varios anticuarios residentes en Quebec, Nueva Inglaterra, Philadelphia y otros lugares, y siguió manteniendo su enorme correspondencia. Supervisó las carreras y cultivó su amistad con muchos escritores jóvenes, como August Derleth, Donald Wandrei, Robert Bloch y muchos otros, y mostró preocupación con las condiciones políticas y económicas del país. En la gran depresión, mostró su apoyo a Roosevelt y se convirtió en un socialista moderado, mientras continuó estudiando una gran variedad de temas, desde filosofía a literatura o historia de la arquitectura.
Los últimos dos o tres años de su vida fueron muy apurados. A pesar del duro trabajo y de sus esfuerzos como escritor, la pobreza en la que vivía aumentó. En 1932, su querida tía, la señora Clark, murió, y se vio obligado a mudarse a una pequeña y exigua habitación de alquiler con su otra tía, la señora Gamwell en 1933, situada en la calle College 66, detrás de la biblioteca John Hay (La dirección actual de esta casa es "65 Prospect Street"). Además, su íntimo amigo Robert E. Howard se suicidó el 11 de junio de 1936, dejándolo desconcertado y profundamente apenado.
Sus últimas obras fueron incrementando en longitud y complejidad, lo que dificultaba la venta, que llevó a Lovecraft a trabajar de revisor para otros autores, de escritor fantasma, como en "The Mound," "Winged Death," y "El diario de Alonzo Typer", y también en poesía y otros estilos literarios.

Últimos años [editar]

"Yo Soy Providence"
En sus últimos años, su naturaleza enfermiza y la desnutrición fueron minando su salud. Su anormal sensibilidad a cualquier temperatura inferior a los 20º se agudizó hasta el punto de que se sentía realmente enfermo a tales temperaturas. Durante el último año de su vida, sus cartas estaban llenas de alusiones a sus malestares y dolencias. A finales de febrero de 1937, cuando contaba con cuarenta y seis años, ingresó en el hospital Jane Brown Memorial, de Providence. Allí murió a primeras horas de la mañana del 15 de marzo de 1937, de cáncer intestinal complicado con la denominada enfermedad de Bright. Aunque actualmente este término no suele utilizarse se refiere a una serie de enfermedades inflamatorias de los riñones. Es decir, parece ser que Lovecraft tuvo una complicación de su enfermedad tumoral intestinal con una grave insuficiencia renal que provocó su fallecimiento. El diagnóstico de su enfermedad tuvo lugar apenas un mes antes de su muerte.
Fue enterrado tres días después en el panteón de su abuelo Phillips en el cementerio de Swan Point; aunque su nombre está inscrito en la columna central, ninguna lápida señala su tumba. Muchos años después de su muerte, en la lápida que le erigió un grupo de aficionados puede leerse una línea tomada de una de sus miles de cartas que escribía a sus corresponsales: "Yo soy Providence". Ocasionalmente, en la lápida escriben otra frase, citada de La llamada de Cthulhu:
"That is not dead which can eternal lie,
And with strange aeons even death may die."
"Que no está muerto lo que puede yacer eternamente,
y con los extraños eones incluso la muerte puede morir.".

Trasfondo del trabajo de Lovecraft [editar]
El nombre de Lovecraft es sinónimo de ficción de horror; sus escritos, particularmente los Mitos de Cthulhu, han influido a los autores de ficción a lo largo y ancho del mundo, y podemos encontrar elementos lovecraftianos en novelas, películas, música, cómics y dibujos animados. Por ejemplo, los villanos de Gotham City en Batman son encarcelados en el Asilo Arkham, en Arkham, una invención de Lovecraft. Muchos escritores modernos de terror, como Stephen King, Bentley Little, Joe R. Lansdale, por nombrar a unos pocos, han citado a Lovecraft como una de sus más importantes influencias.
Lovecraft fue un escritor relativamente desconocido en su propia época. Mientras que sus historias se habían hecho un lugar en publicaciones como Weird Tales, mucha gente no conocía su nombre. A pesar de ello, mantenía regularmente correspondencia con otros escritores contemporáneos, como Clark Ashton Smith y August Derleth, gente que se convirtió en buenos amigos suyos, incluso sin haberse nunca conocido en persona. Este nutrido grupo de escritores llegó a conocerse como el "Círculo de Lovecraft", ya que tomaban prestados elementos de las historias de Lovecraft - libros misteriosos con nombres inquietantes, panteones de dioses extraterrestres, como Cthulhu y Azathoth, y lugares como Miskatonic y Arkham - para usarlos en sus propias historias (con la bendición y ánimo de Lovecraft). Se ha sugerido que fueron los esfuerzos del Círculo de Lovecraft - particularmente August Derleth - los que evitaron que el nombre y las historias de Lovecraft desaparecieran completamente en la oscuridad.
Después de la muerte de Lovecraft, el Círculo de Lovecraft siguió contribuyendo a su leyenda. August Derleth fue, probablemente, el más prolífico de todos ellos, ya que amplió y extendió la visión de Lovecraft. Las contribuciones de Derleth han sido controvertidas, ya que mientras Lovecraft nunca consideró a su panteón de dioses extraterrestres más que como parte de la trama argumental, Derleth creó una cosmología completa, con una guerra entre Los Antiguos o Dioses arquetípicos, como Hypnos o Ulthar, y los Dioses Primigenios, como Cthulhu y Nyarlathotep. Además, asoció a los Dioses Primigenios a los cuatro elementos. Algunos fans de Lovecraft no han visto con buenos ojos dichas modificaciones, puesto que parecen contradecir la visión de Lovecraft de un universo desordenado y sin plan, donde los seres menos malevolentes simplemente no se interesaban en la humanidad. La pregunta que todo fan se hace es ¿Hubiera Lovecraft aprobado las extensiones de Derleth? Se dice que Lovecraft era muy comprensivo sobre esta clase de adiciones y modificaciones, por lo que probablemente hubiera dado el visto bueno a Derlerh, pero no lo hubiera adoptado para sus propias historias. Si había un Círculo de Lovecraft, entonces la versión de Derleth sería un añadido interesante, pero no formaría parte del Círculo.
El trabajo de Lovecraft ha sido agrupado en tres categorías por algunos críticos. Mientras que Lovecraft prefirió no referirse a estas categorías él mismo, sí escribió en alguna ocasión: "Existen mis piezas Edgar Allan Poe y mis piezas Dunsany -pero- ¿dónde están mis piezas Lovecraft?[3]
Historias macabras (c. 1905–1920)
Historias del Ciclo del Sueño (c. 1920–1927)
Los Mitos de Cthulhu / Lovecraft (c. 1925–1935)
Algunos críticos no ven la diferencia entre el Ciclo del Sueño y los Mitos de Cthulhu, frecuentemente señalando el recurrente Necronomicón y los subsiguientes dioses. Una explicación frecuentemente argüida es el que el Ciclo Del Sueño pertenece más a un género de fantasía en tanto que Los Mitos pertenece a la ciencia ficción.
Las pesadillas que sufría Lovecraft le sirvieron de inspiración directa para su trabajo, y es quizás una visión directa de su inconsciente y su simbolismo explica su continuo revuelo y popularidad. Todos estos intereses le llevaron a apreciar de manera especial el trabajo de Edgar Allan Poe, quien influyó fuertemente en sus primeras historias, de atmósfera macabra y ocultos miedos que acechan en la oscuridad. El descubrimiento de Lovecraft de las historias de Edward Plunkett, Lord Dunsany, llevó su literatura a un nuevo nivel, resultando en una serie de fantasías que tomaban lugar en la tierra de los sueños. Fue probablemente la influencia de Arthur Machen, con sus bien construidos cuentos sobre la supervivencia del antiguo mal y de sus creencias místicas en misterios ocultos que yacían detrás de la realidad que finalmente ayudaron a inspirar a Lovecraft a encontrarse a sí mismo a partir de 1923.
Otra inspiración provino de una fuente insospechada: los avances científicos en áreas como la biología, astronomía, geología y física, que reducían al ser humano a algo insignificante, impotente y condenado en un universo mecánico y materialista, un pequeñísimo punto en la vastedad infinita del cosmos. Estas ideas contribuyeron de forma decisiva a un movimiento llamado cosmicismo, y que le dieron a Lovecraft razones de peso para su ateísmo.
Esto lo llevó a un trono oscuro con la creación de lo que es hoy llamado comúnmente el Mito de Cthulhu, un panteón de deidades alienígenas extradimensionales y horrores que se alimentan de la humanidad y que tienen trazos de antiguos mitos y leyendas. El término Mito de Cthulhu fue acogido por el autor August Derleth después de la muerte de Lovecraft. El autor se refería a su mitología artificial como Yog-Sothothery.
Sus historias crearon uno de los elementos de mayor influencia en el género del horror: el Necronomicón, el escrito secreto del árabe Abdul Alhazred. El impacto y la fortaleza del concepto del mito ha llevado a algunos a concluir que Lovecraft basó su trabajo en mitos pre-existentes y en creencias ocultistas. Ediciones apócrifas del Necronomicón también han sido publicadas a través de los años.
Su prosa es anticuada, y frecuentemente usaba vocabulario arcaico u ortografía en desuso, así como adjetivos de extraño uso (gibosa, ciclópeo, atávico) e intentos de transcribir dialectos, que han sido calificados de imprecisos. Su trabajo, al ser Lovecraft un anglófilo, está plasmado de un inglés británico utilizando comúnmente escritura anacrónica.
Lovecraft fue un prolífico escritor de cartas. Durante su vida escribió miles de ellas, aunque no se conoce el número exacto. Una estimación de 100.000 parece ser acertada, como apunta L. Sprague de Camp. En algunas ocasiones las fechaba 200 años antes de la fecha en que habían sido escritas, lo que las databa en la época colonial americana, antes de la Revolución Americana que ofendía su Anglofilia. Explica que, según él, los siglos XVIII y XX habían sido los mejores; el primero siendo el siglo de nobleza y de gracia y el segundo de la ciencia, en tanto que el siglo XIX, en particular la era Victoriana habría sido un error.

Temas [editar]
En las historias de Lovecraft se repiten varios temas:

Conocimiento prohibido [editar]
En La llamada de Cthulhu, de 1926, Lovecraft escribió:
"No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas." (Howard Phillips Lovecraft, La llamada de Cthulhu)
Los protagonistas de las historias de Lovecraft siempre son conducidos a la "unión de esos disociados conocimientos", y también así comienzan muchas de sus historias. Cuando tal cosa ocurre, la mente del protagonista o investigador, por lo normal, queda destruida por la abismal enormidad de lo descubierto, al ser incapaz de asimiliar semejante conocimiento. Aquellos que se cruzan con manifestaciones "vivas" de lo incomprensible, se vuelven locos.
Aquellos personajes que intentan hacer uso de este conocimiento, están, invariablemente, condenados. Algunas veces su trabajo atrae la atención de seres malévolos; ocasionalmente, son aniquilados por monstruos de su creación.

Influencias extraterrenas en la humanidad [editar]

Cthulhu, una de las creaciones de Lovecraft.
Los seres de los Mitos de Lovecraft a menudo se sirven de humanos. Cthulhu, por ejemplo, es venerado bajo distintos nombres por diferentes cultos alrededor del mundo, como los esquimales de Groenlandia y los practicantes de Vudú de Louisiana[cita requerida].
Los adoradores son usados por Lovecraft por motivos narrativos como ayuda en el hilo conductor de la historia. A veces intervienen de forma directa en la acción. La mayoría de los seres de Los Mitos son extremadamente poderosos como para ser derrotados por humanos, y su conocimiento directo significa, normalmente, que la víctima se vuelva loca. Cuando se llega a un acuerdo con ellos, Lovecraft necesita una forma de proveer una estructura dramática para construir el hilo tensor sin llevar la historia a un final prematuro. Los adoradores le ofrecen la forma de revelar información sobre sus "dioses" en pequeñas dosis, y haciendo posible para los protagonistas ganar batallas temporales. Lovecraft, como sus contemporáneos, imaginó "salvajes" cercanos a la Tierra, es decir, en el caso de Lovecraft, cercanos a Cthulhu.

Culpa atávica [editar]
Otro tema recurrente en las historias de Lovecraft es la idea de que los descendientes en una línea de sangre nunca pueden escapar de los crímenes cometidos por sus antepasados, si éstos han sido suficientemente atroces. Los descendientes pueden estar alejados en tiempo y en espacio (y, además, en culpabilidad) del acto en sí mismo, pero la sangre se lo revelará (Las ratas en las paredes, El horror oculto, Arthur Jermyn, El alquimista, La sombra sobre Innsmouth y El caso de Charles Dexter Ward).
Un ejemplo de crimen que Lovecraft considera suficientemente atroz para esta clase de consecuencias es el canibalismo (El grabado en la casa y Las ratas en las paredes).

Imposibilidad de escapar del Destino [editar]
A menudo, en las historias de Lovecraft, el protagonista es incapaz de controlar sus propias acciones, o encuentra imposible cambiar el curso de los acontecimientos. Muchos de estos personajes escaparían del peligro si simplemente corrieran en dirección opuesta, aunque esta posibilidad nunca surge o es de alguna forma sometida por una entidad externa, como en El color que cayó del cielo. Con frecuencia estos sujetos se encuentran bajo la influencia de algún ser malévolo u otros seres. Con la misma inevitabilidad que el destino del ancestro, huir o suicidarse no proporciona la completa seguridad de escapar (El ser en el umbral, El intruso, El caso de Charles Dexter Ward, etc.) En algunos casos, este destino se manifiesta para toda la humanidad, y no existe escape posible (La sombra del tiempo). En relatos como Los sueños en la Casa de la Bruja, la poética de Lovecraft apunta a la imposibilidad de triunfo de los saberes popular y científico (las leyendas y la ciencia) frente al horror de lo desconocido.

La civilización amenazada [editar]
Lovecraft juega a menudo con la idea de la civilización que lucha penosamente contra elementos bárbaros y primitivos. En algunas historias esta lucha es a nivel individual; la mayoría de sus protagonistas poseen una cultura y unos estudios elevados, pero se ven gradualmente corrompidos por una influencia maligna.
En estas historias, la "maldición" es normalmente hereditaria, o por cruzarse con seres no humanos (Hechos concernientes al difunto Arthur Jermyn y su familia en 1920, La sombra sobre Innsmouth en 1931) o a través de cierta influencia mágica (El caso de Charles Dexter Ward). La degradación física y mental aparecen de forma conjunta. El tema de la "sangre corrompida", podría representar la preocupación de Lovecraft respecto la historia de su familia, particularmente la muerte de su padre debido a lo que Lovecraft sospechaba que fue a causa de un desorden sifilítico.
En otras historias, una sociedad al completo es amenazada por la barbarie. A veces, dicho barbarismo es representado por una amenaza externa, con una civilización destruida por la guerra (Polaris). De vez en cuando, un pequeño grupo de gente cae en decadencia y surge espontáneamente un atavismo (El horror oculto). Mucho más frecuentemente, tales historias involucran a una cultura civilizada que es gradualmente socavada por una clase baja marginal, sin educación ni derechos, que se halla influenciada por fuerzas inhumanas.

Racismo [editar]
Un componente común y dramático en el trabajo de Lovecraft es asociar la virtud, el intelecto, una clase elevada, civilización, y racionalidad a la etnia anglosajona blanca, que a menudo contrapuso con el corrupto, intelectualmente inferior, incivilizado e irracional, que asoció con gente de clase baja, racialmente impura, y/o no de raza europea, de piel oscura, que frecuentemente eran los villanos en sus historias.
Algunas de sus opiniones racistas más cruentas pueden localizarse en su poesía, particularmente en On the creation of Niggers y New England Fallen (ambas de 1912). En On the creation of Niggers, Lovecraft plasma de una forma muy cruda sus prejuicios, caracterizando explícitamente a la gente negra como sub-humanos:
Idioma original
Traducción
When, long ago, the gods created Earth;
In Jove's fair image Man was shaped at birth.The beasts for lesser parts were designed;Yet were too remote from humankind.To fill the gap, and join the rest of Man,Th'Olympian host conceiv'd a clever plan.A beast they wrought, in semi-human figure,Filled it with vice, and called the thing a Nigger.
Cuando tiempo atrás, la Tierra por dioses fue creada;
A imagen y semejanza de Júpiter al incipiente Hombre moldeaban.Para tareas menores las bestias fueron creadas;Aunque de la especie humana muy alejadas estaban.Para llenar el vacio y unirlas al resto de la Humanidad,Los anfitriones del Olimpo ingeniaron un astuto plan.Una bestia forjarían, una figura semihumana,Colmada de vicios, y "negro", fue llamada.
En “La llamada de Cthulhu”, Lovecraft describe a un grupo mestizo de adoradores de Cthulhu:
Examinados en el cuartel de la policía, luego de un viaje agotador, los prisioneros resultaron ser mestizos de muy baja ralea, y mentalmente débiles. Eran en su mayor parte marineros, y había algunos negros y mulatos, procedentes casi todos de las islas de Cabo Verde, que daban un cierto matiz vudú a aquel culto heterogéneo. Pero no se necesitaron muchas preguntas para comprobar que se trataba de algo más antiguo y profundo que un fetichismo africano. Aunque degradados e ignorantes, los prisioneros se mantuvieron fieles, con sorprendente consistencia, a la idea central de su aborrecible culto..
Lovecraft también expresó en alguna ocasión creencias racistas y etnocéntricas en su cartas personales[4] En una carta fechada el 23 de enero de 1920, Lovecraft escribió:
Para el hombre evolucionado -- la cumbre del perfeccionamiento orgánico en la Tierra -- ¿Qué rama del pensamiento se ajusta mejor que aquella que conquista las más altas y exclusivas facultades humanas? El salvaje primitivo, o simio, simplemente rebusca en la selva para encontrar una compañera; ¡el ario eminente debe elevar sus ojos a los mundos de más allá y considerar su relación con el infinito!
En Herbert West Reanimador, Lovecraft describe a un varón africano que acaba de fallecer:
Era un ser repugnante, con pinta de gorila, unos brazos anormalmente largos que me parecían de manera inevitable patas anteriores, y una cara que irremediablemente hacía pensar en los secretos insondables del Congo y las llamadas de tam-tam bajo una luna misteriosa. El cuerpo debió tener peor aspecto en vida, pero el mundo contiene mucha fealdad.[5]
En El Horror en Red Hook, un personaje es descrito como "un Árabe con una odiosa boca negroide".[6] En la obra El lazo de Medusa, escrito para Zealia Bishop, la sorpresa final de la historia -- después de revelar que el villano de la historia es una medusa vampírica – es que ella
era débil, y sutilmente, aún a los ojos del genio, el vástago indiscutible de los primeros pobladores de Zimbawbe. No es de extrañar que tuviera un lazo con la anciana bruja Sophonisba... ya que, en una diluida proporción, Marceline era negra."[7]
En El caso de Charles Dexter Ward, se presenta de forma condescendiente a una pareja africana:
Conocía a la familia negra que habitaba la casa y fue cortésmente invitado a visitar el interior por el viejo Asa y su fornida esposa, Hannah.
En contraste con el propietario, al parecer extranjero::
"...un hombre de facciones ratoniles y acento gutural..."
Los narradores en La calle, Herbert West Reanimador, El, La llamada de Cthulhu, La sombra sobre Innsmouth, El Horror en Red Hook, y en muchos otras historias, expresan sentimientos que podrían ser considerados hostiles hacia los judíos. Se casó con una mujer ucraniana de ancestros judíos, Sonia Greene, quien más tarde comentó que tenía que recordarle constantemente sus raíces cuando realizaba algún comentario antisemita. "Siempre que nos encontrábamos en las calles de Nueva York, abarrotadas de personas de distintas nacionalidades y credos", escribió Greene después de su divorcio, "Howard venía lívido de la rabia. Parecía que iba a perder la cabeza".[8]
Hasta cierto punto, las ideas de Lovecraft referentes a la raza reflejaban actitudes comunes en esa época, y particularmente las leyes de segregación racial se hacían cumplir en la mayor parte del territorio estadounidense, y muchos estados promulgaban leyes eugenésicas y prohibiciones en contra del mestizaje, que también eran comunes en áreas no católicas en Europa. Un movimiento popular durante la década de 1920, dio como resultado en una drástica restricción en la inmigración hacia los Estados Unidos, culminando en la Ley de Inmigración de 1924, que ponía de manifiesto testimonios de expertos ante el Congreso de Estados Unidos sobre la amenaza hacia la sociedad americana en la asimilación de “personas de baja cultura” del este y del sur de Europa.
Lovecraft era un Anglófilo confeso, y sostenía que la cultura inglesa era el pináculo comparativo de la civilización, y consideraba a los descendientes de los primeros ingleses en América como una rama de segunda clase, y todos los demás, por debajo de ellos (por ejemplo, su poema An American to Mother England (en inglés)"). Su amor por la historia y la cultura inglesa se ve a menudo reflejada en su trabajo (como la nostalgia del Rey Kuranes por Inglaterra en La búsqueda onírica de la desconocida Kadath).
Las ideas de Lovecraft sobre la eugenesia se extendían a menudo sobre sus personajes de raza blanca. Mostró una mayor simpatía por la raza caucásica y los grupos culturales europeos. El narrador de Aire fresco habla de forma despectiva sobre los pobres hispanos de su vecindario, pero respeta al rico y aristócrata Dr. Muñoz, por sus orígenes celtíberos, y porque es "un hombre de cuna, culto y de buen gusto". Los descendientes degenerados de los inmigrantes holandeses en las Montañas Catskill, "quienes corresponden exactamente con la basura blanca en el sur" (Más allá del muro del sueño, 1919, son elementos comunes. En El Templo, el narrador es una persona en extremo desagradable: un capitán de un U-Boot de la Primera Guerra Mundial cuya fe en su "inquebrantable voluntad germánica" y la superioridad de su patria lo llevan a ametrallar a los supervivientes que se encontraban en botes salvavidas , más tarde, asesina a su propia tripulación, mientras lo ciega la maldición que ha atraído sobre él. De hecho, de acuerdo con Lovecraft: Una biografía, por L. Sprague de Camp, Lovecraft estaba horrizado por los informes de violencia antisemita en Alemania (antes de la Segunda Guerra Mundial, que Lovecraft no viviría para verla), sugiriendo que Lovecraft se oponía a la exterminación de aquellos que consideraba "inferiores".
El racismo de Lovecraft ha sido un foco continuado de interés académico e interpretativo. S. T. Joshi, uno de los primeros eruditos en Lovecraft, observa que "no hay ninguna negación del racismo en Lovecraft, ni puede ser interpretada simplemente como "típico de su época", ya que parece que Lovecraft expresó sus opiniones más pronunciadamente (aunque generalmente no para su publicación) que muchos otros contemporáneos. Es también absurdo negar que el racismo entra en su ficción". [2] en su libro "H.P. Lovecraft: Contra el mundo, contra la vida". Michel Houellebecq defiende que "el odio racial" proporcionaba la fuerza y la inspiración emocional para muchas de las mejores obras de Lovecraft.
El antagonismo racista de Lovecraft es un corolario de su noción nihilistica del determinismo biológico: En las montañas de la locura, donde los exploradores descubren evidencias de una raza totalmente extraterrestre (Antiguos) quienes crearon seres humanos mediante bioingeniería, pero fueron destruidos eventualmente por sus brutales esclavos, los shoggoth. Incluso después de que varios miembros de la expedición mueran a manos de los Antiguos y los Shoggoth, se aprecia cierta simpatía por parte del narrador hacia estos seres:
¡Pobre Lake, pobre Gedney... y pobres Primordiales! Científicos hasta el final. ¿Qué hicieron ellos que no hubiéramos hecho nosotros en su lugar? ¡Santo Dios, qué inteligencia y qué tenacidad! ¡Qué manera de enfrentarse con lo increíble, igual que aquellos parientes y antepasados suyos que se habían enfrentado también con cosas casi igualmente extrañas! Animales radiados, plantas, monstruos, semilla de estrellas, no sé qué habían sido, pero ahora eran hombres.
Estas líneas del pensamiento en la visión del mundo de Lovecraft - racismo y una romántica defensa reaccionaria del orden cultural frente a la degeneración del mundo moderno - han conducido a algunos estudiosos a establecer una afinidad especial con el aristocráta, antimodernista y tradicionalista Julius Evola:
Ciertamente, "La búsqueda onírica de la desconocida Kadath", con su grandiosa representación de su ciudad, Onyx, irradia el fresco y elegante espíritu de la Tradición, que entra en contraposición a la que en muchas historias es el pozo de la decadencia, Innsmouth, cuya endogámica población es compuesta en parte por los vástagos de la concepción contranatura de lujuriosos marineros con monstruos marinos; la fuerza negativa de la Tradición. La eterna lucha entre la titánica fuerza de la luz y las telúricas fuerzas del caos, es reflejada en su trabajo y en su racismo"[9]

Las mujeres [editar]
Las mujeres en la obra de Lovecraft son raras, y no son ni compasivas ni comprensivas ni amables. Los pocos personajes femeninos en sus historias, - como Asenath White (si bien de hecho era un perverso hechicero que se había apoderado del cuerpo de una inocente chica) en El ser en el umbral y Lavinia Whateley en El horror de Dunwich - son, de forma invariable, sirvientas de las fuerzas del mal. El romance se encuentra casi ausente de sus historias; cuando aparece el amor, es normalmente de forma platónica (El árbol). Sus personajes viven en un mundo donde la sexualidad tiene connotaciones negativas - si es reproductiva, suele dar nacimientos de seres sub-humanos El horror de Dunwich -. En este contexto, puede ser de ayuda prestar atención a la escala del horror de Lovecraft, que es frecuentemente descrito por "horror cósmico". Operando a escalas cósmicas, tal y como operan estas historias, asignan a la humanidad un rol insignificante, por lo que no es a la sexualidad femenina lo que estos relatos niegan su rol positivo y vital, es a la sexualidad humana en general.
Además, Lovecraft sostiene en una carta privada (enviada a una de sus muchas amigas intelectuales) que la discriminación en contra de la mujer es una superstición oriental, de la cual los arios deberían liberarse. Dejando el racismo aparte, la carta parece excluir una misoginia consciente, como de hecho, parece estar descartada de su vida privada.

Riesgos de la ciencia [editar]
Al llegar el siglo XX, la dependencia y confianza del ser humano respecto la ciencia fue aumentando significativamente, abriendo nuevos mundos y proporcionando herramientas mediante las cuales se puede comprender mucho mejor el mundo en el que se vive. Lovecraft aprovechaba huecos, lagunas en el conocimiento del universo y las convertía en tenebrosas ciénagas del horror. En la obra El color allende del espacio, se pone de manifiesto la incapacidad de la ciencia para comprender un meteorito, lo que lleva a un paroxismo demencial.
En una carta dirigida a James F. Morton en 1923, Lovecraft define la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein como un lanzamiento del mundo al caos y haciendo del cosmos una broma. En otra carta, escrita en 1929 y dirigida a Harris Woodburn, Lovecraft especula con la comodidad que proporciona la ciencia y el riesgo que supondría que se colapsara. Es más, en una época donde el ser humano veía la ciencia como algo tremendamente poderoso e ilimitado, Lovecraft se dio cuenta de su potencial alternativo y sus tenebrosos resultados.

Obra, filmografía y adaptaciones [editar]
Artículo principal: Howard Phillips Lovecraft: Obra, filmografía y adaptaciones

Referencias [editar]
Esta situación tiene un paralelismo muy cercano con la obra semiautobiográfica "Él", como mostró Michel Houellebecq en H. P. Lovecraft: Contra el mundo, contra la vida
H. P. Lovecraft: Contra el mundo, contra la vida, Michel Houellebecq
Carta a Elizabeth Toldridge, 8 de marzo de 1929, citado en Lovecraft: A Look Behind the Cthulhu Mythos
Consultar la carta a J. Vernon Shea, 25 de septiembre de 1933, Nº. 648, Selected Letters IV, Arkham House.
H. P. Lovecraft, Herbert West, Reanimator, Dagon y otras historias macabras, p. 146.
H. P. Lovecraft, El Horror en Red Hook, Dagon y otras historias macabras, p. 258.
"El lazo de Medusa", Zealia Bishop y H. P. Lovecraft, El museo de los horrores, editorial EDAF, p 323.
Quoted in Lovecraft, Carter, p. 45.
H. P. Lovecraft - Man and Myth Martin Schwarz

Bibliografía [editar]

Obra propia en castellano [editar]
Lovecraft, H. P., En las montañas de la locura, traducción de Francisco Torres Oliver; Colección El Club Diógenes / CD-216. Madrid: Valdemar, 2008. ISBN 978-84-7702-618-1
—, Narrativa completa. Dos volúmenes. Colección Gótica. Madrid: Valdemar, 2005 [2006]/ 2007:
Volumen I, edición de Juan Antonio Molina Foix. Traducción de Juan Antonio Molina Foix, Francisco Torres Oliver y José María Nebreda. Colección Gótica 62. Madrid: Valdemar, 2005 [2ª edición 2006]. ISBN 978-84-7702-529-0
Volumen II, edición de Juan Antonio Molina Foix. Traducción de Francisco Torres Oliver y Juan Antonio Molina Foix. Colección Gótica 63. Madrid: Valdemar, 2007. ISBN 978-84-7702-587-0
—, y otros, Cuentos de los Mitos de Cthulhu. Dos volúmenes. Colección: El Club Diógenes. Madrid: Valdemar, 2007:
Cuentos de los Mitos de Cthulhu 1. Los orígenes, traducción de Francisco Torres Oliver; Colección: El Club Diógenes / CD-249. Madrid: Valdemar, 2007. ISBN 978-84-7702-574-0
Cuentos de los Mitos de Cthulhu 2. El legado, traducción de Francisco Torres Oliver; Colección: El Club Diógenes / CD-250. Madrid: Valdemar, 2007. ISBN 978-84-7702-575-7
—, y otros, Nuevos cuentos de los mitos de Cthulhu, traducción de José Luis Moreno Ruiz; Colección Gótica. Madrid: Valdemar, 2003. ISBN 978-84-7702-437-8
—, El caso de Charles Dexter Ward, traducción de Francisco Torres Oliver; Colección El Club Diógenes. Madrid: Valdemar, 2002. ISBN 978-84-7702-409-5
—, y otros, Cthulhu. Una celebración de los mitos, traducción de Francisco Torres Oliver; Colección Gótica. Madrid: Valdemar, 2001. ISBN 978-84-7702-356-2
—, Hongos de Yuggoth y otros poemas fantásticos, traducción de Juan Antonio Santos & Sonia Tribaldos; Colección El Club Diógenes. Madrid: Valdemar, 1994. ISBN 978-84-7702-110-0

Sobre H. P. Lovecraft [editar]
Teodoro Gómez, Lovecraft. La antología. Barcelona: Océano, 2006. ISBN 84-7556-115-2
Hernández de la Fuente, David, Lovecraft. Una mitología. ELR Ediciones. ISBN 978-84-87607-13-4
Houellebecq, Michel, H.P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida. Ed. Siruela. ISBN 978-84-7844-950-7
Lupoff, Richard A., El libro de Lovecraft, traducción de Elías Sarhan; Colección Avatares. Madrid: Valdemar, 1992. ISBN 978-84-7702-056-1
Sprague de Camp, L., Lovecraft. Una biografía, traducción de Francisco Torres Oliver; Colección El Club Diógenes [Colección Avatares 1992 Agotada]. Madrid: Valdemar, 2002. ISBN 978-84-7702-402-6

Véase también [editar]
Los mitos de Cthulhu
El joven Lovecraft
La Llamada de Cthulhu (película)

Enlaces externos [editar]
Wikisource
Wikisource contiene obras originales de Howard Phillips Lovecraft.
Wikiquote
Wikiquote alberga frases célebres de Howard Phillips Lovecraft.

En español [editar]
Dossier sobre Lovecraft, su vida y obra
Proyecto cronológico sobre la biografía, bibliografía y entorno socio-cultural del autor
Historia del Cuento Clásico de Terror
Listado bibliográfico con todas las obras del autor, y su correspondiente edición/es en castellano
Ciclópea Kadath.Ensayos, reseñas, artículos y relatos sobre Literatura Fantástica, especialmente sobre Lovecraft, Dunsany, Machen y Clark Ashton Smith".
Sergio Fritz Roa, La Antártica y el mito lovecraftiano
Textos de Lovecraft
"Universidad Miskatónica" - Sitio web con información variada sobre el autor y sus obras
Congreso celebrado en la Universidad Carlos III en homenaje a H.P. Lovecraft en el 70 aniversario de su muerte
Lovecraft, poeta maldito. Artículo en literaturas.com
La Biblioteca de Arkham: Cuentos, Cine, Comics...Todo relacionado con H.P. Lovecraft























La decisión de Randolph Carter[Cuento. Texto completo]
H.P. Lovecraft
Les repito que no sé qué ha sido de Harley Warren, aunque pienso -y casi espero- que ya disfruta de la paz del olvido, si es que semejante bendición existe en alguna parte. Es cierto que durante cinco años fui su más íntimo amigo, y que he compartido parcialmente sus terribles investigaciones sobre lo desconocido. No negaré, aunque mis recuerdos son inciertos y confusos, que este testigo de ustedes pueda habernos visto juntos como dice, a las once y media de aquella terrible noche, por la carretera de Gainsville, camino del pantano del Gran Ciprés. Incluso puedo afirmar que llevábamos linternas y palas, y un curioso rollo de cable unido a ciertos instrumentos, pues todas estas cosas han desempeñado un papel en esa única y espantosa escena que permanece grabada en mi trastornada memoria. Pero debo insistir en que, de lo que sucedió después, y de la razón por la cual me encontraron solo y aturdido a la orilla del pantano a la mañana siguiente, no sé más que lo que he repetido una y otra vez. Ustedes me dicen que no hay nada en el pantano ni en sus alrededores que hubiera podido servir de escenario de aquel terrible episodio. Y yo respondo que no sé más de lo que vi. Ya fuera visión o pesadilla -deseo fervientemente que así haya sido-, es todo cuanto puedo recordar de aquellas horribles horas que viví, después de haber dejado atrás el mundo de los hombres. Pero por qué no regresó Harley Warren es cosa que sólo él, o su sombra -o alguna innombrable criatura que no me es posible describir-, podrían contar.
Como he dicho antes, yo estaba bien enterado de los sobrenaturales estudios de Harley Warren, y hasta cierto punto participé en ellos. De su inmensa colección de libros extraños sobre temas prohibidos, he leído todos aquellos que están escritos en las lenguas que yo domino; pero son pocos en comparación con los que están en lenguas que desconozco. Me parece que la mayoría están en árabe; y el infernal libro que provocó el desenlace -volumen que él se llevó consigo fuera de este mundo-, estaba escrito en caracteres que jamás he visto en ninguna otra parte. Warren no me dijo jamás de qué se trataba exactamente. En cuanto a la naturaleza de nuestros estudios, ¿debo decir nuevamente que ya no recuerdo nada con certeza? Y me parece misericordioso que así sea, porque se trataba de estudios terribles, a los que yo me dedicaba más por morbosa fascinación que por una inclinación real. Warren me dominó siempre, y a veces le temía. Recuerdo cómo me estremecí la noche anterior a que sucediera aquello, al contemplar la expresión de su rostro mientras me explicaba con todo detalle por qué, según su teoría, ciertos cadáveres no se corrompen jamás, sino que se conservan carnosos y frescos en sus tumbas durante mil años. Pero ahora ya no le tengo miedo a Warren, pues sospecho que ha conocido horrores que superan mi entendimiento. Ahora temo por él.
Confieso una vez más que no tengo una idea clara de cuál era nuestro propósito aquella noche. Desde luego, se trataba de algo relacionado con el libro que Warren llevaba consigo -con ese libro antiguo, de caracteres indescifrables, que se había traído de la India un mes antes-; pero juro que no sé qué es lo que esperábamos encontrar. El testigo de ustedes dice que nos vio a las once y media en la carretera de Gainsville, de camino al pantano del Gran Ciprés. Probablemente es cierto, pero yo no lo recuerdo con precisión. Solamente se ha quedado grabada en mi alma una escena, y puede que ocurriese mucho después de la medianoche, pues recuerdo una opaca luna creciente ya muy alta en el cielo vaporoso.
Ocurrió en un cementerio antiguo; tan antiguo que me estremecí ante los innumerables vestigios de edades olvidadas. Se hallaba en una hondonada húmeda y profunda, cubierta de espesa maleza, musgo y yerbas extrañas de tallo rastrero, en donde se sentía un vago hedor que mi ociosa imaginación asoció absurdamente con rocas corrompidas. Por todas partes se veían signos de abandono y decrepitud. Me sentía perturbado por la impresión de que Warren y yo éramos los primeros seres vivos que interrumpíamos un letal silencio de siglos. Por encima de la orilla del valle, una luna creciente asomó entre fétidos vapores que parecían emanar de ignoradas catacumbas; y bajo sus rayos trémulos y tenues puede distinguir un repulsivo panorama de antiguas lápidas, urnas, cenotafios y fachadas de mausoleos, todo convertido en escombros musgosos y ennegrecido por la humedad, y parcialmente oculto en la densa exuberancia de una vegetación malsana.
La primera impresión vívida que tuve de mi propia presencia en esta terrible necrópolis fue el momento en que me detuve con Warren ante un sepulcro semidestruido y dejamos caer unos bultos que al parecer habíamos llevado. Entonces me di cuenta de que tenía conmigo una linterna eléctrica y dos palas, mientras que mi compañero llevaba otra linterna y un teléfono portátil. No pronunciamos una sola palabra, ya que parecíamos conocer el lugar y nuestra misión allí; y, sin demora, tomamos nuestras palas y comenzamos a quitar el pasto, las yerbas, matojos y tierra de aquella morgue plana y arcaica. Después de descubrir enteramente su superficie, que consistía en tres inmensas losas de granito, retrocedimos unos pasos para examinar la sepulcral escena. Warren pareció hacer ciertos cálculos mentales. Luego regresó al sepulcro, y empleando su pala como palanca, trató de levantar la losa inmediata a unas ruinas de piedra que probablemente fueron un monumento. No lo consiguió, y me hizo una seña para que lo ayudara. Finalmente, nuestra fuerza combinada aflojó la piedra y la levantamos hacia un lado.
La losa levantada reveló una negra abertura, de la cual brotó un tufo de gases miasmáticos tan nauseabundo que retrocedimos horrorizados. Sin embargo, poco después nos acercamos de nuevo al pozo, y encontramos que las exhalaciones eran menos insoportables. Nuestras linternas revelaron el arranque de una escalera de piedra, sobre la cual goteaba una sustancia inmunda nacida de las entrañas de la tierra, y cuyos húmedos muros estaban incrustados de salitre. Y ahora me vienen por primera vez a la memoria las palabras que Warren me dirigió con su melodiosa voz de tenor; una voz singularmente tranquila para el pavoroso escenario que nos rodeaba:
-Siento tener que pedirte que aguardes en el exterior -dijo-, pero sería un crimen permitir que baje a este lugar una persona de tan frágiles nervios como tú. No puedes imaginarte, ni siquiera por lo que has leído y por lo que te he contado, las cosas que voy a tener que ver y hacer. Es un trabajo diabólico, Carter, y dudo que nadie que no tenga una voluntad de acero pueda pasar por él y regresar después a la superficie vivo y en su sano juicio. No quiero ofenderte, y bien sabe el cielo que me gustaría tenerte conmigo; pero, en cierto sentido, la responsabilidad es mía, y no podría llevar a un manojo de nervios como tú a una muerte probable, o a la locura. ¡Ya te digo que no te puedes imaginar cómo son realmente estas cosas! Pero te doy mi palabra de mantenerte informado, por teléfono, de cada uno de mis movimientos. ¡Tengo aquí cable suficiente para llegar al centro de la tierra y volver!
Aún resuenan en mi memoria aquellas serenas palabras, y todavía puedo recordar mis objeciones. Parecía yo desesperadamente ansioso de acompañar a mi amigo a aquellas profundidades sepulcrales, pero él se mantuvo inflexible. Incluso amenazó con abandonar la expedición si yo seguía insistiendo, amenaza que resultó eficaz, pues sólo él poseía la clave del asunto. Recuerdo aún todo esto, aunque ya no sé qué buscábamos. Después de haber conseguido mi reacia aceptación de sus propósitos, Warren levantó el carrete de cable y ajustó los aparatos. A una señal suya, tomé uno de éstos y me senté sobre la lápida añosa y descolorida que había junto a la abertura recién descubierta. Luego me estrechó la mano, se cargó el rollo de cable y desapareció en el interior de aquel indescriptible osario.
Durante un minuto seguí viendo el brillo de su linterna y oyendo el crujido del cable a medida que lo iba soltando; pero la luz desapareció abruptamente, como si mi compañero hubiera doblado un recodo de la escalera, y el crujido dejó de oírse también casi al mismo tiempo. Me quedé solo; pero estaba en comunicación con las desconocidas profundidades por medio de aquellos hilos mágicos cuya superficie aislante aparecía verdosa bajo la pálida luna creciente.
Consulté constantemente mi reloj a la luz de la linterna eléctrica, y escuché con febril ansiedad por el receptor del teléfono, pero no logré oír nada por más de un cuarto de hora. Luego sonó un chasquido en el aparato, y llamé a mi amigo con voz tensa. A pesar de lo aprehensivo que era, no estaba preparado para escuchar las palabras que me llegaron de aquella misteriosa bóveda, pronunciadas con la voz más desgarrada y temblorosa que le oyera a Harley Warren. Él, que con tanta serenidad me había abandonado poco antes, me hablaba ahora desde abajo con un murmullo trémulo, más siniestro que el más estridente alarido:
-¡Dios! ¡Si pudieras ver lo que veo yo!
No pude contestar. Enmudecido, sólo me quedaba esperar. Luego volví a oír sus frenéticas palabras:
-¡Carter, es terrible..., monstruoso..., increíble!
Esta vez no me falló la voz, y derramé por el transmisor un aluvión de excitadas preguntas. Aterrado, seguí repitiendo:
-¡Warren! ¿Qué es? ¿Qué es?
De nuevo me llegó la voz de mi amigo, ronca por el miedo, teñida ahora de desesperación:
-¡No te lo puedo decir, Carter! Es algo que no se puede imaginar... No me atrevo a decírtelo... Ningún hombre podría conocerlo y seguir vivo... ¡Dios mío! ¡Jamás imaginé algo así!
Otra vez se hizo el silencio, interrumpido por mi torrente de temblorosas preguntas. Después se oyó la voz de Warren, en un tono de salvaje terror:
-¡Carter, por el amor de Dios, vuelve a colocar la losa y márchate de aquí, si puedes!... ¡Rápido! Déjalo todo y vete... ¡Es tu única oportunidad! ¡Hazlo y no me preguntes más!
Lo oí, pero sólo fui capaz de repetir mis frenéticas preguntas. Estaba rodeado de tumbas, de oscuridad y de sombras; y abajo se ocultaba una amenaza superior a los límites de la imaginación humana. Pero mi amigo se hallaba en mayor peligro que yo, y en medio de mi terror, sentí un vago rencor de que pudiera considerarme capaz de abandonarlo en tales circunstancias. Más chasquidos y, después de una pausa, se oyó un grito lastimero de Warren:
-¡Esfúmate! ¡Por el amor de Dios, pon la losa y esfúmate, Carter!
Aquella jerga infantil que acababa de emplear mi horrorizado compañero me devolvió mis facultades. Tomé una determinación y le grité:
-¡Warren, ánimo! ¡Voy para abajo!
Pero, a este ofrecimiento, el tono de mi interlocutor cambió a un grito de total desesperación:
-¡No! ¡No puedes entenderlo! Es demasiado tarde... y la culpa es mía. Pon la losa y corre... ¡Ni tú ni nadie puede hacer nada ya!
El tono de su voz cambió de nuevo; había adquirido un matiz más suave, como de una desesperanzada resignación. Sin embargo, permanecía en él una tensa ansiedad por mí.
-¡Rápido..., antes de que sea demasiado tarde!
Traté de no hacerle caso; intenté vencer la parálisis que me retenía y cumplir con mi palabra de correr en su ayuda, pero lo que murmuró a continuación me encontró aún inerte, encadenado por mi absoluto horror.
-¡Carter..., apúrate! Es inútil..., debes irte..., mejor uno solo que los dos... la losa...
Una pausa, otro chasquido y luego la débil voz de Warren:
-Ya casi ha terminado todo... No me hagas esto más difícil todavía... Cubre esa escalera maldita y salva tu vida... Estás perdiendo tiempo... Adiós, Carter..., nunca te volveré a ver.
Aquí, el susurro de Warren se dilató en un grito; un grito que se fue convirtiendo gradualmente en un alarido preñado del horror de todos los tiempos...
-¡Malditas sean estas criaturas infernales..., son legiones! ¡Dios mío! ¡Esfúmate! ¡¡Vete!! ¡¡¡Vete!!!
Después, el silencio. No sé durante cuánto tiempo permanecí allí, estupefacto, murmurando, susurrando, gritando en el teléfono. Una y otra vez, por todos esos eones, susurré y murmuré, llamé, grité, chillé:
-¡Warren! ¡Warren! Contéstame, ¿estás ahí?
Y entonces llegó hasta mí el mayor de todos los horrores, lo increíble, lo impensable y casi inmencionable. He dicho que me habían parecido eones el tiempo transcurrido desde que oyera por última vez la desgarrada advertencia de Warren, y que sólo mis propios gritos rompían ahora el terrible silencio. Pero al cabo de un rato, sonó otro chasquido en el receptor, y agucé mis oídos para escuchar. Llamé de nuevo:
-¡Warren!, ¿estás ahí?
Y en respuesta, oí lo que ha provocado estas tinieblas en mi mente. No intentaré, caballeros, dar razón de aquella cosa -aquella voz-, ni me aventuraré a describirla con detalle, pues las primeras palabras me dejaron sin conocimiento y provocaron una laguna en mi memoria que duró hasta el momento en que desperté en el hospital. ¿Diré que la voz era profunda, hueca, gelatinosa, lejana, ultraterrena, inhumana, espectral? ¿Qué debo decir? Esto fue el final de mi experiencia, y aquí termina mi relato. Oí la voz, y no supe más... La oí allí, sentado, petrificado en aquel desconocido cementerio de la hondonada, entre los escombros de las lápidas y tumbas desmoronadas, la vegetación putrefacta y los vapores corrompidos. Escuché claramente la voz que brotó de las recónditas profundidades de aquel abominable sepulcro abierto, mientras a mi alrededor miraba las sombras amorfas necrófagas, bajo una maldita luna menguante.
Y esto fue lo que dijo:
-¡Tonto, Warren ya está MUERTO!