domingo, 28 de junio de 2009

TRIBUTO A JULIO VERNE

Julio Verne nació el 8 de febrero de 1828 en Nantes y murió a los 77 años en 1905, en Amiens, Francia. Mi cercanía con las obras de ciencia ficción - aún cuando este término no ha sido del todo aceptado por la crítica literaria universal- fue a través del Apocalípsis de la Biblia, de Nostradamus, de H. G. Well, Edgar Allan Poe y por supuesto de Julio Verne. Este embajador de los relatos fantásticos predijo muchas de las cosas que están sucediendo ahora en el mundo, de los inventos en tecnología y sobre todo en los viajes espaciales realizados con ahínco en los últimos treinta años. Parte de mi adolescencia la pasé consagrado a este tipo de lecturas. Cuando leí, años después, Fundación, de Asimov, algunos libros porque su obra es demasiado extensa y difícil de encontrar en su toralidad, sentí el mismo impacto que sentí cuando leí por primera vez el Apocalípsis de Juan o cuando leí a Ágatha Christie. Sin embargo, intimidar con libros como Veinte mil leguas de viaje submarino, La vuelta al mundo en 80 días, Viaje al Centro de la Tierra, La isla misteriosa y Los Hijos del capitán Grant, entre otras, no me queda otra cosa que compararlas con Cuentos Marcianos de Ray Bradbury, con la saga de El planeta de los simios, o Viaje a las galaxias, en cine. Todo lo que se diga o se critique de estas obras tiene que ver, a su vez, con ellas mismas. Pareciera ser que todas, y de manera tajante, conformaran un solo mundo cuyo autor fuese el mismo, solo que multiplicado en otros pero con la esencia de un único pensamiento futurista. Hoy lo vemos mejor desde nuestra óptica contemporánea y lo entendemos como una simbología que se relaciona con nuestras modernas formas de explicar el momento histórico que nos tocó vivir. Se trata, en realidad, de una fábula de tecno-ficción de esencia sociológica y no histórica. No es a la historia a la que se le quiere cambiar el rumbo, es a la sociedad del porvenir no existente todavía a la que se le confiere un mundo social diferente al nuestro. A nuestras formas de ver el universo, de interpretar los misterios del futuro, o a la idea de organización desde una visión totalmente distinta a nuestras costumbres ancestrales y quizás milenarias. El comportamiento de los robots, por ejemplo, las caracteristicas de los artefactos tecnológicos de la cotidianidad, las nuevas naves espaciales, la televisión, los aviones, las máquinas, en fin, toda una gama de seres y cosas extraordinariamente espectrales para nuestra apreciación del hecho social que nos depara. ¿Qué fenómeno extraño produjo en este hombre de las letras esa capacidad de creación infinita? De este hombre nacido en una isla, el mayor de cinco hermanos, cuyo padre provenía de una familia de juristas y su madre de una estirpe de militares. Qué lo motivó para incursionar en este arte que no ofrecía ninguna garantía económica para vivir, sino, por el contrario, hambre y necesidades de todo tipo, como ha sido siempre con la literatura y los literatos. Es posible que el mar pudiera ser el mejor atractivo para empezar a construir mentalmente sus primeras imágnes, producto de la imaginación, pero, sin embargo, qué las originó, dónde realmente emergieron las fantasías, cuándo, por qué; la crítica aún se hace este tipo de preguntas, creo yo. Se sabe que estudió en el colegio Saint-Stnislas donde se destacó por ser un buen alumno en geografía, griego, canto y latín.
La literatura de ficción es hoy por hoy una de las mejores armas contra el hastío, la desesperanza y la confusión. En ella nos apoyamos para escribir y también para reinventar el mundo que ya ha sido inventado por otros. Dicen los biógrafos que "en 1847 comenzó sus estudios de derecho en París. Escribe una obra de teatro: Alejandro VI. En 1848 fue introducido por su tío Châteaubourg en los círculos literarios, donde conoció a los Dumas, padre e hijo; el primero tendrá gran influencia personal y literaria en Verne. En 1849 se recibe de abogado y su padre le permite permanecer en París. Sigue escribiendo teatro. Su padre quiso que se dedicara a su carrera de abogacía, pero él no estaba por la labor y su padre, enfadado con él, dejó de financiarle. Además todos sus ahorros los gastó en libros y pasó largas horas en las bibliotecas de París queriendo saberlo todo. A Verne apenas le alcanzaba para comer, lo que le ocasionó tanto trastornos digestivos (ocasionándole desarreglos estomacales e incontinencia fecal) como trastornos nerviosos que acabarían por desfigurarle la cara a causa de una parálisis facial". Alguien, en algún momento de mi vida, me presentó una supuesta cara alterna (la otra cara) de Julio Verne, comparándolo con un ser despreciable y despreciado en su tiempo y en los anales de la historia parisiense, se trata del Jack el Destripador. Esta es una teoría muy atrevida para quien la propone y cree demostrarla. No entro en detalles porque no creo tener las bases suficientes para encarar esta postura, sin embargo esto no enturbia en ningún momento la imagen del gran escritor de aventuras y ciencia-ficción que fue Julio Verne y cuyo legado hoy está más vivo que nunca.
Además fue un revolucionario cabal, relacionándose con los círculos socialistas de París; se delcara antiimperialista; fue, en conclusión, un verdadero luchador social, tanto en su obra literaria como en su vida.
Aun tengo en mi biblioteca algunos libros de su autoría que no he podido leer. Posiblemente empiece ahora, este año, en estos días, cuando la euforia por la tecnología me aviva la llama para explorar su obra e irla retomando como cuando era un adolescente.
Julio Verne sigue vivo en la memoria de quienes nos asombramos con los nuevos inventos en tecnología y sobre todo en la ciencia. No hemos perdido esa cualidad: la de asombrarnos ante este mundo mecanizado y casi dirigido por hordas de robots a punto de aniquilarnos con tan solo hundir un botón. Ahora, cuando se cumplen 64 años desde los Bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki .

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