miércoles, 8 de julio de 2009

TRIBUTO A ERNESTO SABATO

Ernesto Sábato se mantiene vivo en la historia de la literatura latinoamericana. Cuando leí el túnel por primera vez era apenas un estudiante de quinto año de bachillerato. Estudiaba administración y no lograba encajar en la realidad que debía asumir cuando tuviese que enfrentarme al trabajo. No me gustaba para nada lo que estudiaba y no me imaginaba en una oficina, enfluxado y encorbatado, con agenda en mano y en reuniones para discutir sobre ganancias o pérdidas. Ese era mi túnel personal del que no podría salir tan fácil, sin embargo el Túnel de Sábato sí me atrapó inmediatamente leí la primera página. Años después leí sus otras dos novelas: Sobre Héroes y Tumbas y Abadón el Exterminador. Jamás he leído sus ensayos. Castel, el personaje principal de El Túnel, se parecía en algo a mí, o quizás yo tenía miedo de parecerme a él. La obsesión por el teléfono y la inseguridad personal ante su pareja me parecían dos elementos importantes para entender esa obra. Pero yo temía caer en ese tipo de obsesiones. Recuerdo que la leía en una sentada y luego seguí leyéndola por partes, las que me causaban más curiosidad. Una obra corta que relacionaba, no sé por qué, con Aura, de Carlos Fuentes, aunque los temas y las circunstancias son diferentes. Para muchos críticos esta obra representaba la crisis política y social que vivía Argentina, y quizás latinoamérica en ese entonces. Para otros es un manifiesto existencialista de la época representado en el joven Castel, es el pesimismo, la oscuridad del alma, la falta de confianza y de creer en algo real, concreto, palpable, comprobable científicamente. La angustia o el miedo de Castel es el mismo miedo o angustia de cualquier ser humano que se siente solo y sin esperanza ante un mundo convulsionado, sin valores, sin fe. También podría ser el conflicto del artista ante su obra, el artista plástico (pintor en ese entonces) que enloquece por una mujer: María Iribarne. Es una novela terrible. Uno siente la marca de un conflicto que va más allá de la razón y que raya en lo paranoico, en lo tormentoso, en el fracaso, en una patología extraña. Poseer a María es una tortura. Nunca olvidaré la experiencia de leer esta obra cuando apenas estaba empezando a vivir y me costaba un poco comunicarme con el entorno, encajar, definirme. Esta obra me marcó de una manera definitiva. No era una obra para mi edad ni para entender el mundo que me rodeaba y quizás asimilarlo. Sin embargo influyó, porque luego descubrí que más allá del inquieto comunista que era Sábato, se asomaba el otro ser bajo la sombra del existencialismo. De hecho Sábato renunció, muchos años después, al partido comunista por no comprender la dictadura de Stalin.
Pero Sábato fue, ante todo, un gran investigador. Un científico, admirador de uno de mis más admirados filósofos: Bertrand Russell. Y creo que esa experiencia permitió desarrollar el escenario de lo que serían sus otras dos novelas, que en nada se parecen al Túnel. No obstante sus obras, las novelas, tienen la marca del existencialismo, y eso ya las salva del anonimato.
Su vida pública está llena de controversias, pero no quiero entrar en detalles políticos de una época en Argentina que desconozco, sobre todo lo que tiene que ver con el gobierno de facto impuesto por la llamada Revolución Libertadora en donde Sábato participó, en un principio, y luego renunció a causa de la tortura a obreros y ciudadanos comunes. Aunque no comparto algunas posturas de tendencias fascistas de Sábato, dicen los críticos, al menos considero una de sus declaraciones como loables:
Artículo bueno Wikipedia:Artículos buenos

"La formidable crisis del hombre, esta crisis total, está sirviendo al menos para reconsiderar los modelos. Y no es casualidad que en diferentes partes del mundo empiece a reivindicarse otro tipo de socialismo, más cercano a aquel que preconizaba Proudhon, o al que en nuestros tiempos han sostenido espíritus nobles y lúcidos como Mounier, entre los cristianos y Bertrand Russell, entre los agnósticos. [...] Un socialismo que respete la persona, que termine con la alienación y la sociedad de consumo, que termine con la miseria física pero también con la espiritual, que ponga la técnica y la ciencia al servicio del hombre y no, como está sucediendo, el hombre al servicio de aquellas. Un socialismo descentralizado que evite los pavorosos males del superestado, de la policía secreta y de los campos de concentración [...][38]

Debo decir finalmente que Ernesto Sábato es uno de los escritores más importantes en mi vida, y quizás en muchos venezolanos y latinoamericanos que leímos con devoción y con pasión sus novelas; quizás algún día pueda leer sus ensayos, por ahora debo leer una vez más El Túnel, un día de estos, cuando crea conveniente regresar a esos primeros libros de mi vida...

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