Suburbio es una novela de John Cheever. No nos interesa mucho saber quien es John Cheveer, nos interesa un poco más saber que nos transmite en esta novela. La ciudad, como centro geográfico de la trama, es el pueblo de Bullet Park. Bullet Park es una ciudad pequeña que cuenta entre sus habitantes con “legiones de arruinados espiritualmente que se dedican a intercambiar esposas, perseguir a los judíos y luchar contra el alcohol” (pág. 13). Los protagonistas de esta historia son dos personajes con apellidos tan curiosos y vidas disipadas que causan cierta impresión. El uno, un tal Eliot Clavo. El segundo: Paul Martillo. Y la escena es una verdadera ensalada de argumentos. Ambos por supuesto van por caminos distintos, pero todo gira en torno a la enfermedad de Tony, el hijo del señor Clavo. La enfermedad de Tony es de tipo siquiátrica. Es, utilizando las palabras del mismo Tony: “una honda tristeza”.



POESÍA Y ANTIPOESÍA EN AMÉRICA LATINA
Roberto Fernández Retamar, poeta y ensayista cubano, quien dirigió durante muchos años la revista Casa de las Américas, dictó una conferencia en el Congreso Cultural de la Habana, en enero de 1968, sobre dos vertientes de la poesía que constituían para el momento la novedad de la literatura hispanoamericana. El autor nos ofrece un panorama de la generación en boga para ese entonces y cuyos representantes aún permanecen en nuestra memoria literaria. Voces como la de Vallejo, Huidobro, Borges, Guillén, Neruda; años después: Lezama, Paz, Diego, Nicanor Parra, este último quien sería el máximo representante de “antipoesía” y Ernesto Cardenal, a quien Fernández Retamar tildó de ponente de lo que él llamó “poesía conversacional”, abrieron el camino para que la crítica hispana se interesara en la esencia del trabajo poético de esa época en que se desarrollaba la masacre de Vietnam.
Roberto Fernández Retamar, poeta y ensayista cubano, quien dirigió durante muchos años la revista Casa de las Américas, dictó una conferencia en el Congreso Cultural de la Habana, en enero de 1968, sobre dos vertientes de la poesía que constituían para el momento la novedad de la literatura hispanoamericana. El autor nos ofrece un panorama de la generación en boga para ese entonces y cuyos representantes aún permanecen en nuestra memoria literaria. Voces como la de Vallejo, Huidobro, Borges, Guillén, Neruda; años después: Lezama, Paz, Diego, Nicanor Parra, este último quien sería el máximo representante de “antipoesía” y Ernesto Cardenal, a quien Fernández Retamar tildó de ponente de lo que él llamó “poesía conversacional”, abrieron el camino para que la crítica hispana se interesara en la esencia del trabajo poético de esa época en que se desarrollaba la masacre de Vietnam.


La poesía puede o no contener todos los problemas del mundo en un mínimo número de palabras, puede abarcar todos los sentimientos del hombre frente al conocimiento de su propia muerte. Puede, sin rodeos, ser el “otro yo del Dr. Merengue” en nuestra cotidiana manera de vivir. En virtud, en el Concurso de Poesía en 1997, de la Coordinación de Literatura de la Dirección de Cultura, resultó ganador, por unanimidad, “El Guardián de la Salamandra” de Elsa Marlene Sanguino”; de cuyo trabajo viene a mi memoria el siguiente párrafo: “Esa noche inventaron una historia/ adornada con arabescos de piernas/ y brazos/ con tormentas luminosas / caminos sutiles / hoy / un mandala flota en la superficie / del lago / en calma / … ¿ se debería clasificar el anterior poema? Para la selección de este Primer

La charla de Fernández Retamar, en el Congreso Cultural de la Habana, provocaría un sismo en los intelectuales de ese entonces que hasta el mismo Fidel, supongo, debió cargar con las consecuencias de producción de poetas de la generación actual.
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